LA NUEVA ESPAÑA 30-01-09 Tras los apagones
La comarca tiene que presentar su libro de reclamaciones por los estragos del temporal
Alerta naranja, vendaval anunciado, endiablada ventolera nocturna en el suroccidente asturiano. Noche del pasado viernes, con árboles que fueron doblegados de continuo, con ventanales y balcones que tuvieron una oportunidad pintiparada para dar buena prueba de su resistencia. Con el miedo a que algunos tejados sufrieran desperfectos considerables. Noche en que las casas de estos parajes no vivieron atmósferas sosegadas.
Alerta naranja, vendaval anunciado, endiablada ventolera nocturna en el suroccidente asturiano. Noche del pasado viernes, con árboles que fueron doblegados de continuo, con ventanales y balcones que tuvieron una oportunidad pintiparada para dar buena prueba de su resistencia. Con el miedo a que algunos tejados sufrieran desperfectos considerables. Noche en que las casas de estos parajes no vivieron atmósferas sosegadas.
El paisaje tras la ventolera fue más allá de lo esperable. Más allá de los ramajes esparcidos, más allá de los contenedores derrumbados, más allá de los destrozos de ocasión, lo más destacado fueron los apagones, que, en algunos pueblos, se prolongaron a lo largo de varias jornadas, con los consiguientes trastornos en un mundo en el que la dependencia de la red eléctrica es total.
Apagones en el suroccidente asturiano. ¡Cuánto gusta la realidad de mostrarse paradójica! En plena fiebre de parques eólicos, con polémicas en algún que otro Ayuntamiento que pretende abogar por eso que tan solemnemente se llama desarrollo sostenible, resulta que las averías tardaron en ser subsanadas mucho más de lo razonable. No nos referimos a las dificultades inevitables para restablecer el fluido eléctrico, sino al tiempo en que tardaron en acudir los servicios técnicos de turno para ponerse manos a la obra. Se demostró, una vez más, nuestra condición de ciudadanos de tercera clase.
Vaya, vaya, vaya. Oficinas de Correos que se clausuran, o casi, retenes para las averías eléctricas que desaparecen. Todo ello en unos tiempos en que a muchos se les llena la boca hablando de progreso y modernidad, sin el pos, porque acaso la utilización de los prefijos les cause graves dificultades.
Da noticia este periódico de que son muchos los ganaderos dispuestos a emprender acciones legales para que se les compense, al menos en parte, por las pérdidas ocasionadas, no por los apagones en sí, seguramente inevitables tras el vendaval, sino por la tardanza en acudir a restablecer la normalidad.
De otro lado, lo que la vox pópuli viene diciendo es que no se sabía muy bien a quién acudir cuando veían que los servicios técnicos no comparecían. Tiene que ser desesperante tener como interlocutora a una voz enlatada de un contestador automático.
¿Qué tiene que pasar aquí para que se derrame la última gota de la paciencia? ¿Qué tiene que suceder para que se ponga freno al abandono que se sufre en determinadas comarcas de Asturias a la hora de prestar servicios imprescindibles para el desarrollo de la vida actual?
¿Acaso pueden pretenderse conformismos y pasividad ante todo? Cierres de unidades escolares, de oficinas de Correos. Invasión eólica que puede espantar el turismo. Retrasos injustificados en las obras de las autovías que están en marcha. Saneamientos que ni siquiera están en proyecto en muchos casos, contenedores de basura selectiva que no existen. Muchos pueblos sin cobertura para los teléfonos móviles, también para buenas conexiones a internet. Y, a todo esto, si el vendaval causa estragos en el tendido, se actúa pasito a pasito, piano, piano, sin prisa para dar la orden pertinente a los servicios técnicos.
Tras los apagones, sólo quedan el malestar y la acidez, sólo queda conjeturar que acaso alguien pensó que podían tener efectos similares al que en su momento se produjo en Nueva York, y que, al final, dado el bajón demográfico, podría tener resultados beneficiosos.
Tras los apagones, a ver quién tiene cuajo para hablar de progreso, para justificar lo injustificable destrozando el medio ambiente.
Tras los apagones, sólo cabe esperar que la indignación se transforme en respuesta cívica en contra de tanto atropello, de tanto abandono, de tanta dejadez.
Tras los apagones, nuestros ríos y montañas generan energía eléctrica, lo cual ni siquiera revierte a la hora de actuar con premura cuando se producen averías. ¿Cabe desfachatez mayor?
Hora va siendo ya de que el occidente de Asturias escriba y presente su libro de reclamaciones. Materia para ello hay más que sobrada.
1 Comments:
Teniendo en cuenta que el viernes de noche hubo un apagón en Cornellana que no arreglaron hasta el domingo a mediodía cuando tuvieron a bien presentarse en la capital salmonera, este artículo pone, una vez más, el dedo en la llaga de los agravios que sufre el occidente de Asturias.
Es un consuelo.
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