15 mayo, 2010

LA NUEVA ESPAÑA 15-05-10 Alejandro pone casa al peregrino en Salas

El joven madrileño dejó hace cuatro años Vallecas y el taxi con el que trabajaba para rehabilitar una casa en Bodenaya en la que lleva acogidos a 2.700 caminantes






Alejandro González señala el indicador de kilómetros a Vallecas,  en su casa.
Alejandro González señala el indicador de kilómetros a Vallecas, en su casa. lorena valdés
Bodenaya (Salas), Lorena VALDÉS


«Cuando llegué todos los vecinos pensaban: el señoritingo éste, ¿donde se va a meter?, pero con el paso del tiempo reconocieron que estaban equivocados conmigo». La vida del taxista madrileño Alejandro González dio un giro de 180 grados en 2006 cuando, tras hacer el Camino de Santiago primitivo por segunda vez, decidió abandonar su profesión y su ciudad para hacer realidad el proyecto que rondaba desde hacía años su cabeza: abrir una casa para peregrinos. El destino hizo que el lugar elegido fuese la localidad salense de Bodenaya.
«Vi un cartel que anunciaba que se vendía esta casa, y aunque estaba casi en ruinas, me pareció perfecta, el camino pasa justo por delante», explica el joven. Tras la rehabilitación del inmueble de dos plantas que llevó a cabo él mismo, Alejandro ha ejercido desde 2007 como anfitrión de 2.700 caminantes a los que ofrece techo, comida casera y compañía. Ellos a cambio cuando se van le dejan un donativo para sustento de la iniciativa.
Es la hora del almuerzo y los peregrinos Jan Svehla, de la República Checa, Thomas Hartmann, de Florida, y Antonio Delgado, de Cádiz, comparten almuerzo y conversación en la cocina de la casa de Alejandro González, durante horas éste será también su hogar. Fuera llueve a cántaros y a pesar de ser primavera hace frío, pero dentro reina la calma, de fondo suena la película «Amadeus» de Mozart, y las copas de vino se juntan para brindar por una buen Camino. «Muchos peregrinos me dicen que más que en un albergue les parece que están en casa de un colega y es que en realidad es así. A veces están tan a gusto que quieren prolongar la estancia», afirma el joven, que dedica todo su tiempo a atender a los caminantes.
A los cuatro años de su llegada a Bodenaya, Alejandro confiesa que en este tiempo ha vivido «experiencias únicas» y que tiene casas y amigos por toda España y parte del extranjero. «Ahora con internet es muy fácil mantener el contacto», afirma. En su singular albergue, el madrileño conoció el año pasado a su novia, Raquel, de Jaén. «¡Cómo no! Tenía que echarme una novia peregrina», bromea. A la puerta de su casa, una flecha indica que su pueblo Vallecas está a 502 kilómetros de distancia, pero él, de momento, no lo echa de menos. En Bodenaya ha encontrado la tranquilidad y la vida que tanto ansiaba.

http://www.lne.es/occidente/2010/05/15/alejandro-pone-casa-peregrino-salas/915623.html