LA NUEVA ESPAÑA 12-09-08 Vaqueiros: un pueblo libre
GONZALO GAYO CORBELLA
Los vaqueiros de alzada de Asturias constituyen un grupo humano asturiano de profundas raíces y costumbres ancestrales cuyos orígenes aún son motivo de estudios. Los vaqueiros de alzada han sido y son los verdaderos guardianes del paraíso natural que es hoy Asturias. Su actividad ganadera y los amplios pastos por los que han transitado durante siglos en la trashumancia contribuyen a conservar intacta una naturaleza que hoy es el mayor patrimonio de los asturianos.
La naturaleza y la vida de los vaqueiros se funden en una ancestral historia que ha marcado la forma de ser de estas gentes nobles, amantes de su libertad y laboriosas a lo largo de toda Asturias, especialmente en el Occidente. Un colectivo que tuvo por bandera la libertad dada su plena convivencia con la naturaleza, lo que sin duda le granjeó conflictos y discriminaciones sufridas en la edad media, bien por la falta de pago en los diezmos o por el carácter trashumante de los vaqueiros.
Los vaqueiros rigen su vida y costumbres en una mágica comunión con la naturaleza. Para el mes de mayo las familias subían con el ganado hasta las montañas del interior en busca de frescos prados para regresar de cara al invierno a las brañas más próximas a la costa, donde las comunidades vaqueiras desarrollaban sus actividades. Hay dos fechas que marcan el inicio y fin de la alzada: San Miguel de mayo y San Miguel de septiembre.
La trashumancia trajo consigo actividades como la arriería y trajinería que aparecen asociadas a los vaqueiros desde tiempos inmemoriales, casi como una serie de actividades connaturales al grupo. Obtenían con ellas unos ingresos muy importantes con los que poder adquirir el maíz y el lino que no crecía en sus tierras. La braña no produce ni es capaz de producir lo necesario para la vida. Así es que muchos vaqueiros formaron recuas y se dedicaron al transporte de mercaderías a las poblaciones del interior, y al alquiler de sus mulas para largos viajes hasta incluso Madrid, viaje que se hacía en trece días desde Argumoso.
Sobre el origen de los vaqueiros podría decirse que la localización geográfica de los distintos clanes vaqueiros coincide con el territorio ocupado anteriormente por las tribus pésicas que poblaron la tierra asturiana durante la época castreña, si bien la primera referencia a brañas data del 780, año en que Adelgaster dona varias al monasterio de Santa María de Obona. Los vaqueiros estuvieron presentes prácticamente en la totalidad de los concejos asturianos aunque habría que decir que la gran mayoría de los clanes se asentaron en las parroquias pertenecientes a los concejos occidentales e interiores del Principado en torno a pequeñas aldeas dispersas llamadas brañas. Actualmente las mejores conservadas se encuentran en los concejos de Tineo, Valdés, Cudillero, Villallón, Somiedo y Cangas de Narcea.
Las brañas están ubicadas en las laderas de los valles y suelen estar rodeadas de campos ricos en pastos y abundantes recursos acuíferos, donde el ganado se alimenta en semilibertad. Aunque la compleja tipología de las brañas se ve influida por las distintas evoluciones de estas rudimentarias construcciones a lo largo de la historia y por las variaciones en el tamaño, éstas se pueden clasificar básicamente en dos tipos. Las habitadas durante los meses de verano y las de invierno.
En el panorama de la música vaqueira, la Vaqueirada se caracteriza por un predominio del ritmo sobre la melodía; por el uso de instrumentos de percusión que requieren de un tono de voz alto y de un estilo adecuado para este acompañamiento, es decir, cortado pero no carente de melismas y adornos, pues éstos son propios de toda creación popular, si bien es cierto que son mucho más acusados en la asturianada.
El vaqueiro es bullicioso y expansivo en sus fiestas populares como si con ellas quisiera pagarse de las tristezas que le agobiaron, o de compensarse del duro trabajo. En invierno destacan sus filazones o filandones, los domingos sus bailes, que celebran al volver del mercado, bajo un sombrío castañedo o a campo raso, en un recodo del camino, deteniéndose donde otros vaqueiros les esperan con la «paietsa» y el pandero preparados.
El comercio, la arriería y la trajinería son actividades que otorgan al colectivo vaqueiro ciertos visos de modernidad económica, lo que fue motivo para que la Iglesia católica recriminase duramente las actividades y formas de vida de los vaqueiros de alzada, sancionando la marginación y el aislamiento del colectivo, que llegaba a cotas muy altas en el ámbito eclesiástico. Las familias privilegiadas (nobles, señores...) contribuyeron a una discriminación para hacerse con el control y la propiedad de las tierras y pastos de los vaqueiros en la Edad Media.
Esta característica, y las muchas leyendas que circulaban acerca de la procedencia de los vaqueiros, hicieron que existieran muchas rencillas entre los dos grupos. En muchas de las iglesias en donde abundaba la población vaqueira, se colocaba en el suelo o en una viga del techo una inscripción en la que se señalaba la prohibición de que los vaqueiros se colocaran en la parte delantera del templo. En el pavimento de la iglesia de San Martín de Luiña, se puede leer hoy en día la inscripción «no pasan de aquí a oír misa los baqueros». En Santiago de Novellana (Cudillero) se llegó al máximo en la discriminación con los habitantes de las brañas. Acababa de constituirse en parroquia separada cuando pasó por el lugar Jovellanos, en 1792, quien anotó en sus Diarios que «hay un pleito escandaloso con los vaqueros, a quienes no se les quiere dar la Sagrada Comunión sino a la puerta de la iglesia, ni dejar internarse en ella a los divinos oficios. Es el caso que los hijosdalgo tienen lugar preferente en la iglesia para toda concurrencia. Los plebeyos, conforme con esto, pretenden lugar preferente a los vaqueros, y éstos luchan por no ser menos que los plebeyos. ¡Cuánto querrá el Cielo vengar a la mayor parte del género humano de tan escandalosas y ridículas distinciones!».
También los frecuentes enfrentamientos por las propiedades, y principalmente por los pastos, dieron lugar a rencillas y envidias entre vaqueiros y otros campesinos o aldeanos, sobre todo durante los años de malas cosechas y hambrunas. A ello se suma su doble domicilio, que les permitía no empadronarse en uno de ellos, con lo que se libraban de las levas forzosas del ejército, con el consiguiente fastidio de los aldeanos, que sí tenían que cumplir con las exigencias del poder. Los vaqueiros se conceptuaban como «extranjeros y viandantes no vecinos», según se dice en un pleito de 1527, y todavía en 1752 el ministro de Fernando VI, marqués de la Ensenada, ordenaba que se apremiase a los muchos vaqueiros de Asturias que vivían sin residencia fija, sin entrar en los sorteos de quintas para el ejército y sin pagar tributos, y se les obligase a empadronarse?
Las peculiaridades culturales consecuencia del aislamiento de estas comunidades no eran muy bien recibidas por el resto de los vecinos, que miraban a los vaqueiros con recelo y desconfianza. En Naraval se acotaba en el lugar de los vaqueiros una viga tendida de través; en otros puntos, un arco; en algunos, una puerta, y en algunos, una línea... Cuando los vaqueiros bajan al mercado o a la romería a alguna villa tenían que armar sus bailes en un lugar apartado de los demás xaldos o marmuetos. En algunas tabernas cuentan nuestros mayores que se les servía la bebida en vaso de cuerno en vez de cristal. En 1844 se emitió una orden en la cual se decía que debían quitarse todas las marcas que impidiesen a los vaqueiros mezclarse con el resto de la población y así empezó a cambiar la situación en el siglo XIX hasta la plena integración, si bien no faltaron episodios como en 1820, cuando los vaqueiros de la parroquia de Novellana, cansados de sufrir injusticias, un domingo, a la puerta de la iglesia, arremetieron a ocupar un lugar en el templo mezclados con los del estado llano.
La historia de los vaqueiros debe ser motivo de orgullo para Asturias a fin de conservar sus ricas tradiciones y apoyar el desarrollo y la economía sostenible de las brañas. El patrimonio cultural de los vaqueiros es, sin duda, uno de los más ricos tesoros de la cultura asturiana, que conviene no olvidar para que nunca más se repitan las injusticias del pasado.
Gonzalo Gayo Corbella es presidente de la Asociación Cultural de los Vaqueiros de Alzada de Asturias «La Brañina».
Los vaqueiros de alzada de Asturias constituyen un grupo humano asturiano de profundas raíces y costumbres ancestrales cuyos orígenes aún son motivo de estudios. Los vaqueiros de alzada han sido y son los verdaderos guardianes del paraíso natural que es hoy Asturias. Su actividad ganadera y los amplios pastos por los que han transitado durante siglos en la trashumancia contribuyen a conservar intacta una naturaleza que hoy es el mayor patrimonio de los asturianos.
La naturaleza y la vida de los vaqueiros se funden en una ancestral historia que ha marcado la forma de ser de estas gentes nobles, amantes de su libertad y laboriosas a lo largo de toda Asturias, especialmente en el Occidente. Un colectivo que tuvo por bandera la libertad dada su plena convivencia con la naturaleza, lo que sin duda le granjeó conflictos y discriminaciones sufridas en la edad media, bien por la falta de pago en los diezmos o por el carácter trashumante de los vaqueiros.
Los vaqueiros rigen su vida y costumbres en una mágica comunión con la naturaleza. Para el mes de mayo las familias subían con el ganado hasta las montañas del interior en busca de frescos prados para regresar de cara al invierno a las brañas más próximas a la costa, donde las comunidades vaqueiras desarrollaban sus actividades. Hay dos fechas que marcan el inicio y fin de la alzada: San Miguel de mayo y San Miguel de septiembre.
La trashumancia trajo consigo actividades como la arriería y trajinería que aparecen asociadas a los vaqueiros desde tiempos inmemoriales, casi como una serie de actividades connaturales al grupo. Obtenían con ellas unos ingresos muy importantes con los que poder adquirir el maíz y el lino que no crecía en sus tierras. La braña no produce ni es capaz de producir lo necesario para la vida. Así es que muchos vaqueiros formaron recuas y se dedicaron al transporte de mercaderías a las poblaciones del interior, y al alquiler de sus mulas para largos viajes hasta incluso Madrid, viaje que se hacía en trece días desde Argumoso.
Sobre el origen de los vaqueiros podría decirse que la localización geográfica de los distintos clanes vaqueiros coincide con el territorio ocupado anteriormente por las tribus pésicas que poblaron la tierra asturiana durante la época castreña, si bien la primera referencia a brañas data del 780, año en que Adelgaster dona varias al monasterio de Santa María de Obona. Los vaqueiros estuvieron presentes prácticamente en la totalidad de los concejos asturianos aunque habría que decir que la gran mayoría de los clanes se asentaron en las parroquias pertenecientes a los concejos occidentales e interiores del Principado en torno a pequeñas aldeas dispersas llamadas brañas. Actualmente las mejores conservadas se encuentran en los concejos de Tineo, Valdés, Cudillero, Villallón, Somiedo y Cangas de Narcea.
Las brañas están ubicadas en las laderas de los valles y suelen estar rodeadas de campos ricos en pastos y abundantes recursos acuíferos, donde el ganado se alimenta en semilibertad. Aunque la compleja tipología de las brañas se ve influida por las distintas evoluciones de estas rudimentarias construcciones a lo largo de la historia y por las variaciones en el tamaño, éstas se pueden clasificar básicamente en dos tipos. Las habitadas durante los meses de verano y las de invierno.
En el panorama de la música vaqueira, la Vaqueirada se caracteriza por un predominio del ritmo sobre la melodía; por el uso de instrumentos de percusión que requieren de un tono de voz alto y de un estilo adecuado para este acompañamiento, es decir, cortado pero no carente de melismas y adornos, pues éstos son propios de toda creación popular, si bien es cierto que son mucho más acusados en la asturianada.
El vaqueiro es bullicioso y expansivo en sus fiestas populares como si con ellas quisiera pagarse de las tristezas que le agobiaron, o de compensarse del duro trabajo. En invierno destacan sus filazones o filandones, los domingos sus bailes, que celebran al volver del mercado, bajo un sombrío castañedo o a campo raso, en un recodo del camino, deteniéndose donde otros vaqueiros les esperan con la «paietsa» y el pandero preparados.
El comercio, la arriería y la trajinería son actividades que otorgan al colectivo vaqueiro ciertos visos de modernidad económica, lo que fue motivo para que la Iglesia católica recriminase duramente las actividades y formas de vida de los vaqueiros de alzada, sancionando la marginación y el aislamiento del colectivo, que llegaba a cotas muy altas en el ámbito eclesiástico. Las familias privilegiadas (nobles, señores...) contribuyeron a una discriminación para hacerse con el control y la propiedad de las tierras y pastos de los vaqueiros en la Edad Media.
Esta característica, y las muchas leyendas que circulaban acerca de la procedencia de los vaqueiros, hicieron que existieran muchas rencillas entre los dos grupos. En muchas de las iglesias en donde abundaba la población vaqueira, se colocaba en el suelo o en una viga del techo una inscripción en la que se señalaba la prohibición de que los vaqueiros se colocaran en la parte delantera del templo. En el pavimento de la iglesia de San Martín de Luiña, se puede leer hoy en día la inscripción «no pasan de aquí a oír misa los baqueros». En Santiago de Novellana (Cudillero) se llegó al máximo en la discriminación con los habitantes de las brañas. Acababa de constituirse en parroquia separada cuando pasó por el lugar Jovellanos, en 1792, quien anotó en sus Diarios que «hay un pleito escandaloso con los vaqueros, a quienes no se les quiere dar la Sagrada Comunión sino a la puerta de la iglesia, ni dejar internarse en ella a los divinos oficios. Es el caso que los hijosdalgo tienen lugar preferente en la iglesia para toda concurrencia. Los plebeyos, conforme con esto, pretenden lugar preferente a los vaqueros, y éstos luchan por no ser menos que los plebeyos. ¡Cuánto querrá el Cielo vengar a la mayor parte del género humano de tan escandalosas y ridículas distinciones!».
También los frecuentes enfrentamientos por las propiedades, y principalmente por los pastos, dieron lugar a rencillas y envidias entre vaqueiros y otros campesinos o aldeanos, sobre todo durante los años de malas cosechas y hambrunas. A ello se suma su doble domicilio, que les permitía no empadronarse en uno de ellos, con lo que se libraban de las levas forzosas del ejército, con el consiguiente fastidio de los aldeanos, que sí tenían que cumplir con las exigencias del poder. Los vaqueiros se conceptuaban como «extranjeros y viandantes no vecinos», según se dice en un pleito de 1527, y todavía en 1752 el ministro de Fernando VI, marqués de la Ensenada, ordenaba que se apremiase a los muchos vaqueiros de Asturias que vivían sin residencia fija, sin entrar en los sorteos de quintas para el ejército y sin pagar tributos, y se les obligase a empadronarse?
Las peculiaridades culturales consecuencia del aislamiento de estas comunidades no eran muy bien recibidas por el resto de los vecinos, que miraban a los vaqueiros con recelo y desconfianza. En Naraval se acotaba en el lugar de los vaqueiros una viga tendida de través; en otros puntos, un arco; en algunos, una puerta, y en algunos, una línea... Cuando los vaqueiros bajan al mercado o a la romería a alguna villa tenían que armar sus bailes en un lugar apartado de los demás xaldos o marmuetos. En algunas tabernas cuentan nuestros mayores que se les servía la bebida en vaso de cuerno en vez de cristal. En 1844 se emitió una orden en la cual se decía que debían quitarse todas las marcas que impidiesen a los vaqueiros mezclarse con el resto de la población y así empezó a cambiar la situación en el siglo XIX hasta la plena integración, si bien no faltaron episodios como en 1820, cuando los vaqueiros de la parroquia de Novellana, cansados de sufrir injusticias, un domingo, a la puerta de la iglesia, arremetieron a ocupar un lugar en el templo mezclados con los del estado llano.
La historia de los vaqueiros debe ser motivo de orgullo para Asturias a fin de conservar sus ricas tradiciones y apoyar el desarrollo y la economía sostenible de las brañas. El patrimonio cultural de los vaqueiros es, sin duda, uno de los más ricos tesoros de la cultura asturiana, que conviene no olvidar para que nunca más se repitan las injusticias del pasado.
Gonzalo Gayo Corbella es presidente de la Asociación Cultural de los Vaqueiros de Alzada de Asturias «La Brañina».
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