02 abril, 2009

LA NUEVA ESPAÑA 02-04-09 ¿Sueñan las gallinas con excavadoras mecánicas?

La fiebre de obra civil llega a Paraxes

-¡Siempre estáis en contra de mis sublimes ideas! Bueno, mías y de mi diligente equipo.
-Es que se te ocurre cada cosa... El hecho de que la vecina villa padezca un asedio de excavadoras, grúas, camiones y demás maquinaria de gran tonelaje, a mayor gloria de obras y más obras, no significa que Paraxes tenga que seguir la misma dinámica.
-¡Como se te ocurra montarnos un zafarrancho como ése te acuerdas!
Así estaban las cosas en mi gallinero cuando entré cargada con exquisitos brotes de lechuga, y como la gula gallinácea está acreditada desde tiempos inmemoriales, no teniendo estas aves necesidad de disimular sus pecadillos ante un montón de sotanáceos empeñados en discernir lo que es mejor o peor para sus cortos cerebros (¡bendita irracionalidad!), abandonaron durante un ratillo sus peleas y se enfrascaron en la degustación de tan deleitoso manjar. Pero como todo en esta vida se acaba, asimismo, y dada la voracidad de estos animalitos, finalizaron en un momento los placeres gastronómicos, reanudándose la discusión en el punto en que la habían dejado. Los pletóricos estómagos no habían hecho mudar el agrio humor.
-Tanto como pletóricos...
Vamos, que seguían a la greña.
-¡Quiero convertir Paraxes en un referente, un Santillana del Mar astur!
-¿Pero tú estás mal de la chola o qué?
-¡Nuestro casco histórico es envidiable!
-Ya, por eso permites el derribo total de gallineros históricos en el purito centro para hacer de nidos en altura... -remunga alguien por lo bajini. Pero el oído de Fermín es finísimo.
-¡Bien guapo que quedó, así que a callar! El progreso es el progreso -y, sin inmutarse, continuó con su discurso-. Ampliar aceras, peatonalizar calles, llenar Paraxes de farolas, jardineras y bancos. ¡La envidia del Occidente!
-¿Y cómo financia tanto mobiliario, que no sé si llamar urbano o rural? -susurré al oído de Elvira.
-Las altas instancias, que nos han dado una limosnilla.
-Ya -suspiré contrita-. Algunos humanos se parecen cada día más a las gallináceas.
-Je, je, je.
-¡Tú qué sabrás lo que necesita Paraxes! -me espetó Fermín furibundo-. ¡Los humanos siempre os metéis donde no os importa! ¡Tan ignorante como estas estúpidas aves!
Como siempre, al gallito de la quintana le perdió su pico demasiado ligero. Poco faltó para que lo patearan allí mismo. Si no llega a ser por los fornidos gallos de pelea que forman su reciente equipo de seguridad, la jornada hubiera acabado en tragedia. Hay que contar también con la asombrosa agilidad en carrera de sprint que había desarrollado en los últimos tiempos todo el equipo gubernamental, incluido Jacinto, que a día de hoy es capaz de sacar varias cabezas de ventaja al mítico Ben Johnson.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

¡Bien, Celsa, bien!

8:26 p. m.  

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