02 octubre, 2009

EL COMERCIO 02-10-09 Cocina de fuertes sabores


El gastrónomo Paulino Lorences destaca la solidaridad de los vaqueiros porque «no permitían que nadie pasara hambre»
J. M. AZCÁRATE | TINEO
Gurucus (potaje de berzas aguado con harina de maíz) y fiyuelas (frito de sangre de cerdo, harina, huevo y leche) son los dos platos típicos de los vaqueiros de alzada, según puso ayer de manifiesto el gastrónomo Paulino Lorences Menéndez en una conferencia sobre la gastronomía vaqueira, dentro del congreso de cultura vaqueira y patrimonio intangible que se desarrolla en el palacio de Merás de Tineo.
Lorences reconoció que no se puede hablar de una gastronomía vaqueira con identidad, ya que las «únicas diferencias entre vaqueiros y xaldos fueron sus maneras de entender y vivir la vida», si bien reconoció que las brañas de alzada hoy siguen siendo «lo interior de la Asturias interior y se come como hace siglos».
«Era una cocina de fuertes y potentes sabores de los productos que ellos mismos cultivaban y producían, por lo que hacer una versión moderna de esta cocina se presenta muy difícil ya que resulta casi imposible adaptarla a los paladares actuales», dijo Lorences.
Pero si la cocina vaqueira es similar a la del resto de la Asturias occidental, no lo fueron sus comportamientos, «ya que, en ningún texto, canción y tradición se habla de la enfermedad endémica de Asturias: la fame. Los vaqueiros eran solidarios y se sentían libres y su organización social no permitía que nadie pasara hambre».
Apuntó que eran un pueblo trashumante, «que contaba las bocas que tenían que alimentar diariamente, incluido el perro, que se consideraba un trabajador más de la familia. En este sentido, fueron unos adelantados de la solidaridad». A través de la gastronomía y la cultura de los vaqueiros se va rompiendo con la visión heroica y épica que algunos autores han tratado de atribuir a este grupo étnico que no se diferenciaba «en casi nada» de los pueblos de alrededor.
Grandes farturas
Hablaban la misma lengua, celebraban las mismas fiestas, se interrelacionaban, y una de sus peculiaridades más singulares fue siempre su apego a las tradiciones, al mito y a las grandes farturas.
Así lo puso de manifiesto en el siglo XIX el escritor cangués, José María Flórez y Gónzalez, autor del libro 'Composiciones en dialecto vaqueiro', un relato en verso de gran valor etnográfico de la cultura vaqueira: `Xantóu Farrucu de Antona/ na boda de la so hermana/ seis garfechadas de fégadu/ ya dous ochas de cuachada././ Si Dious nun fai un milagru/ que tiemble toda la braña/ pa´l miou cortu entendimientu/ el míou Farrucu ricacha (muere).

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