16 febrero, 2010

LA NUEVA ESPAÑA 16-02-10 El gallo y el pterodáctilo

Una fábula sobre la edición de caras publicaciones autopropagandísticas que los ayuntamientos financian con dinero público

Celsa Díaz Alonso
El gallo y el pterodáctilo   Fermín, melancólico y meditabundo, contemplaba la nieve caer a través de la ventana dejando que sus pensamientos de gloria y triunfo volasen más allá del pequeño gallinero. Después de mirar y admirar, oler, tocar y leer las elegantes ediciones de los folletos propagandísticos de algún Ayuntamiento fronterizo, bizqueaba de envidia. Si con la que está cayendo él hiciera lo mismo en Paraxes, las consecuencias serían nefastas: su cargo e, incluso, su integridad física podrían peligrar. «Las gallinas son mucho más brutas e incivilizadas que los humanos» -pensaba con pelusa rabiosa-. Ese papel brillante de alto gramaje, las fotos a todo color de coches, maquinaria, inauguraciones, eventos y pintorescos rincones de la villa le hacían soñar con nuevas experiencias que le harían llegar al éxtasis político y personal. Pero era su incapacidad para la redacción de los textos introductorios saludando a la población lo que más hería su orgullo personal. Sus homólogos humanos habían puesto el listón demasiado alto y Fermín, aun siendo patológicamente inmodesto, se veía incapaz de desarrollar veladas alusiones a las teorías antropológicas más modernas; la biología, la geología y la paleontología no eran su fuerte, y nunca había leído ni un solo texto de sociología ¿Contaría para este reto con la ayuda de su equipo habitual? -se preguntaba mientras los copos iban formando un ligero manto blanco sobre el paisaje parajeño-. Los conocía demasiado bien para hacerse muchas ilusiones, pero entre todos? De repente le vino al caletre la imagen de Jaime de Marichalar: por no haber sabido cuidar los detalles había pasado a ser un don nadie, un sujeto sin pasado ni futuro, cuya imagen, como si de una depuración soviética se tratara, desaparecería del imaginario popular. No estaba dispuesto a ser víctima del olvido y de la ingratitud. «No me importan las consecuencias. ¡Nunca se dijo nada de los cobardes!», peroraba poco después ante un pequeño grupo de fieles admiradores, «No pienso renunciar a la publicación de los grandes logros anuales en el devenir de la República por nimias contingencias cuya solución está al alcance de nuestras alas. Utilizaremos las múltiples fotografías que dejan constancia de nuestros hitos. El dinero no es problema: retrasamos por enésimo año el asfaltado de los gallineros secundarios».
Su equipo habitual sabía que esta medida iba a resultar impopular, pero el Gallito de la Quintana los convenció de que el gasto estaba justificado: era un argumento de peso para ganar las elecciones que así, a lo tonto, estaban a la vuelta de la esquina. «Puñetera democracia», -pensó-. Y aunque no lo confesase públicamente, en su fuero interno estaba seguro de que la constancia escrita de sus exitosos resultados engrandecería su nombre para la posteridad.
-Para empezar podemos aludir a los remotos tiempos en los que los pterodáctilos sobrevolaban estos valles -comenzó Fermín sin disimular el orgullo por haber descubierto a los que erróneamente creía antepasados de las aves.
-¿Qué pintan aquí esos bichos asquerosos? -exclamó Ernesto sin poder disimular su desprecio por los que consideraba sabandijas escamosas. -Comencemos con nuestros gloriosos antecesores, los arqueópterix.
-Los últimos estudios indican que el velocirraptor sería nuestro eslabón perdido -sorprendió Jacinto, provocando una encendida discusión paleontológica que se prolongó durante horas sin que se llegase a ningún acuerdo.
Incapaz de poner orden, viendo que sus fieles colaboradores no iban a resultar buenos asesores en este trance, y con la moral alta a pesar de los contratiempos, Fermín se encerró durante horas en su despacho a redactar en soledad. Siguiendo su intuición habló de pasados remotos y futuros prometedores, de progreso y de ideales inalcanzables pero cercanos por ilusionantes. Satisfecho con los resultados, envió a imprenta el que se iba a convertir en el texto político de referencia para la historia de Paraxes. Expectante espera el resultado y las reacciones que sus palabras provocarán este año en sus súbditos. -«Huy, ciudadanos, siempre se me olvida»

http://www.lne.es/opinion/2010/02/16/gallo-pterodactilo/873970.html

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Genial artículo, Celsa. ¿Este buen hombre en quien todos pensamos al leer tu artículo no tendrá sentido del ridículo, ni tampoco contará con ninguna persona próxima que lo aprecie un poco y le haga ver de qué forma está haciendo el tonto?

8:35 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

¡Probe Fermín!, dejái que cacaree un puquitín, home

11:12 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

A estas horas debió cacarear todo lo imaginable. Resulta llamativo que con tan poco cerebro se pueda hacer tanto daño.

11:43 a. m.  

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