22 junio, 2010

LA NUEVA ESPAÑA 22-06-10 El final de la espalda

El lugar que ocupa el occidente asturiano


CELSA DÍAZ ALONSO A poco que recordemos los numerosos ejemplos de nuestro lenguaje, ese destilado de una forma de pensar, tendremos constancia del desairado papel de la espalda respecto al frente. Si continuamos bajando y llegamos al final de la espalda, encontramos el lugar donde todo va mal, donde se castiga: lo olvidado, el vertedero.

No creo que existan ombligos del mundo, sino una infinidad de finales de espalda que, como los humanos, pueden ser ricos o pobres, vestiditos de marca, de trapillo o al aire, limpios y sanos, desatendidos y enfermos.
Si en la sección digital de este periódico alguien se quejaba del poco espacio y la poca importancia que las catastróficas inundaciones de Asturias habían merecido a los medios de comunicación nacionales, ¿qué final de espalda es entonces el occidente de Asturias? Me lo pregunto a partir de un caso que, por cercano, conozco bien. La carretera nacional 634 entre Salas y Cornellana llevaba cinco meses funcionando con un solo carril a la altura de Villazón, sin que se recibiera ninguna explicación ni se percibiera ninguna intención de arreglo, sin que ninguna autoridad local -obediente, sumisa- levantara la voz. Y ahora se ha caído enterita. Una grieta más que desgaja esta balsa de piedra del Occidente (gracias, Saramago) y que parece importar muy poco, que apenas ha ocupado sitio en la información y en la atención de nuestros prebostes.
Repito que la carretera hoy inexistente estuvo al menos cinco meses con un carril hundido y la magnífica solución de un semáforo dando paso alternativo. Aquellos veinte minutos para llegar a Oviedo, que cual Nostradamus profetizaba el alcalde de Salas, eran exactamente lo que duraba el viaje a Cornellana si queríamos solazarnos con la Casa del Río, situada a once kilómetros. ¿A qué esperaban para solucionarlo? ¿Esperaban, en vista del silencio y la resignación, aguantar en estas condiciones hasta el lejano día de la finalización de la autovía?
Quizás era esto, porque ustedes fantasearon sus juveniles sueños de autoridad mientras leían esa cursilada de «Juan Salvador Gaviota», y en esta Asturias de piruetas aéreas (Laborales, Calatravas, AVES, hospitalones, autopistas), en la que hasta si el ayuntamiento más paupérrimo hace una caseta para el perro tiene que ser el pasmo de las naciones, no hay tiempo ni ganas para el vuelo gallináceo de una carretera nacional (que me disculpen mis aves). Dígannoslo, díganselo a los habitantes de El Bao, de Riberas, a los enfermos del Hospital de Arriondas...
Ya sé que pensarán que somos desagradecidos con sus desvelos (de maquinaciones internas y externas, simpatías y tirrias personales) y sus sacrificios (que deben de ser inhumanos, viendo cómo afloran las puñaladas y las mezquindades a la hora de repartir carguillos). ¡Qué malos ciudadanos, no comprendiendo que fueron circunstancias imprevisibles y excepcionales!
Les diré que a la mañana siguiente todo el mundo llegó a su trabajo. Después de mil peripecias buscando la ruta más adecuada (de momento, aún existe la libertad de residencia), estaban en su puesto todos los que ahora están pagando esta crisis provocada por los perversos especuladores con los que ustedes hace dos días compartían mesa y mantel, puros de importación, prebendas, palmadas en la espalda e intrigas. No, no somos malos ciudadanos, somos mansos hasta lo lanar, pero no nos pidan que les riamos las gracias.

http://www.lne.es/opinion/2010/06/22/final-espalda/932591.html