EL COMERCIO 19-12-06 Diez años dorados
Río Narcea Gold Mines fundirá mañana el último lingote de oro obtenido de sus minas de Belmonte y Salas, que cerrarán el próximo día 29
1998. Los reyes de España dialogan con Alberto Lavandeira (derecha) durante la visita que realizaron a la mina de Belmonte. / E. C.
DANIEL FERNÁNDEZ/BELMONTE
A comienzos de nuestra Era, legiones de romanos escarbaban la tierra asturica en busca de uno de los grandes tesoros que se escondían en su subsuelo: el oro. De Belmonte, Salave o Peña Furada, 'el Dorado' de la época, salieron ingentes cantidades de este metal precioso para financiar las campañas bélicas con las que conquistaron casi medio mundo. Casi dos milenios después, en 1996, otra legión de mineros aterrizó de nuevo en la región. Eran los de la empresa Río Narcea Gold Mines que, al igual que habían hecho los romanos, vino en busca del preciado metal que se escondía en el yacimiento aurífero de El Valle-Boinás.
Con el inicio de la explotación en esta zona del concejo de Belmonte, Asturias volvía a ser 'el Dorado' de España. Sin embargo, mañana, el oro dejará de relucir. A las 12.30 horas, en la planta de tratamiento de El Valle se procederá al fundido del último lingote del preciado metal extraído en la región. Nueve días más tarde, las minas de Belmonte y Carlés (Salas), las únicas de oro existentes en España y en la Europa occidental, cerrarán definitivamente.
Gold Mines fue fundada en 1994 para explotar el yacimiento de Belmonte, que había sido sometido a sondeos para determinar su potencial. Tras comprobar que la extracción del mineral sería rentable -evaluaron en aquel entonces en 692.900 las onzas que había en el subsuelo- solicitaron los permisos para iniciar la extracción, que comenzó en 1996.
En 1998, en un acto presidido por los reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía, se fundía el primer lingote de oro extraído en Belmonte en dos mil años. Dos años después, Gold Mines comenzó a explotar otro filón, el de Carlés, en el concejo de Salas.
De forma paralela, la empresa comprobaba como las previsiones de reservas iniciales de El Valle se quedaban cortas. El yacimiento no guardaba 692.900 onzas, sino 980.200.
314 millones de euros
Esa es la cantidad de oro que se extrajo en Asturias en los últimos años. Por la venta de este metal, Gold Mines ha ingresado en la última década 314 millones de euros. O lo que es lo mismo, según el informe económico de la compañía, cada hectárea afectada por la explotación ha producido, aproximadamente, «1.650.000 euros de riqueza para la economía regional».
Todo el dinero obtenido por esta operación revertió Asturias, ya que la empresa nunca repartió dividendos por sus beneficios. Desde 1996, Gold Mines ha invertido en la región 406 millones de euros en sus explotaciones, de los que sólo 62 provinieron de capital de los inversores del grupo y 32 por subvenciones.
El filón de Salave
A finales de los noventa, Gold Mines inició los estudios en Salave (Tapia de Casariego). Los sondeos determinaron que en esta zona había una cantidad de oro que duplicaba a la que había en las reservas de Boinás y Carlés. Según estos estudios, Salave podía guardar 1,7 millones de onzas, que tendrían un valor aproximado de unos 600 millones de euros. La explotación de este yacimiento aseguraría la continuidad de la empresa, ya que las reservas de Belmonte y Salas eran insuficientes para mantener la rentabilidad.
Fue entonces cuando comenzó el principio del fin de las minas de oro asturiana. En 2005 Gold Mines solicitó la licencia para explotar Salave. Esta petición fue respondida con una fuerte oposición vecinal -liderada por los ecologistas y la plataforma 'Oro No'- y política. Además, los terrenos donde está ubicado este yacimiento se encuentran afectados por el POLA, lo que ya en el verano de 2005 hacía prever que el Principado no haría una excepción a este plan. Y así fue. En agosto de 2005, el Gobierno regional denegó las licencias a Gold Mines para iniciar la actividad en Tapia.
Tras esa decisión, en febrero de 2006 la empresa anunció el cierre de sus minas en Asturias. «El futuro de Río Narcea en la región pasa por Salave», había dicho antes el presidente de la compañía, Alberto Lavandeira. «Si no seguimos es porque no nos dejaron», reiteró recientemente.
212 ilusiones
Con el cierre de estas minas se van, también, 212 ilusiones. Las de cada uno de los trabajadores que forman parte de la plantilla de Gold Mines y que se han quedado sin empleo como consecuencia de la decisión de la empresa de clausurar sus explotaciones. Pero, además, se van también las expectativas de desarrollo de dos concejos rurales: Belmonte y Salas, que han visto como alrededor de las minas se ha creado un importante tejido económico que ha contribuido a su desarrollo.
Y es que con el inicio de la actividad de Gold Mines en Belmonte en 1996 se abrió una alternativa a la única y escasa fuente de ingresos de los habitantes de El Valle y Boinás, que hasta ese momento vivían de la ganadería. A la sombra de las minas se abrieron establecimientos hosteleros y hoteles, repuntó el sector inmobiliario, el comercio... «Ese fue nuestro verdadero 'Dorado', no el oro que había bajo nuestras casas», Juan Antonio Cotarelo, propietario del restaurante El Gordo, de Boinás. En su establecimiento, cuando la mina estaba a pleno rendimiento, se llegaron a servir hasta cien comidas.
El futuro de estas localidades sigue ligado al oro. De momento, el día 29 dejará de relucir. Pero quizás recupere su brillo a partir de marzo. Todo dependerá, como adelantó EL COMERCIO el pasado día 10, de las negociaciones que la empresa canadiense Kinbauri mantiene con Gold Mines para adquirir sus minas asturianas y reiniciar la explotación.
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