LA NUEVA ESPAÑA 14-03-07 Donde nace el viento
JUAN SANTIAGO
En estos tiempos de dependencia energética y de calentamiento global por excesivo consumo de combustibles fósiles, mantener una oposición frontal al uso e implantación de energías limpias y renovables, como es el caso de la energía eólica, no parece en modo alguno razonable. Pero dicho esto y con todos los matices que cada uno, desde su propia posición, quiera aportar, yo creo que en este momento del debate hemos llegado en el occidente de Asturias a un punto en el que todos, en mayor o menor grado, coincidimos. Eólicos sí, pero de una forma razonable, consensuada, ordenada y compensada.
Las directrices sectoriales para el aprovechamiento de la energía eólica diseñan el Occidente como la gran reserva espiritual del viento, por decirlo de una manera supuestamente poética. Es aquí donde se ubicará casi el cien por cien de los parques eólicos previstos para todo el territorio asturiano. La pregunta es: ¿A cambio de qué?
Porque es indudable que nunca se había hecho un esfuerzo inversor de tanta importancia como el que se ha venido haciendo en los últimos años en estas tierras. Es indudable que las condiciones de vida de nuestros ciudadanos son infinitamente mejores que en la década anterior. Pero también es indiscutible que no se ha detenido la sangría que supone la pérdida de población y que esa sangría es más evidente en las generaciones más jóvenes y mejor preparadas que ha habido nunca. Nuestros jóvenes se van no porque en nuestra tierra se viva mal, sino porque el trabajo y las oportunidades están en otras zonas.
Quizás sea el momento de cambiar esa tendencia, y tal vez el viento pueda ser la gran excusa. Y es que, a estas alturas, al paisano de nuestros pueblos no podemos decirle que, además de jardinero que conserva el paisaje o de pastor que mantiene viva la llama del sector primario, va ser el electricista que produzca la energía que otros consumirán. O tal vez podamos decírselo, pero deberá ser a cambio de asegurarle que con ello nuestros pueblos volverán a poblarse gracias a que el viento empuja hacia el Occidente las oportunidades que hasta ahora volaban hacia otros sitios.
Y para eso hace falta un plan. Un plan que articule y vertebre el territorio del ala menos desarrollada de Asturias, contemplándola como una especie de área metropolitana de baja densidad. Un plan que contemple la implantación en esta zona de industrias blandas desde el punto de vista medioambiental, industrias relacionadas, por ejemplo, con el empleo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, las cuales, si se aportan los suficientes incentivos y las infraestructuras necesarias, no tienen por qué radicarse necesariamente en el área central y pueden ofrecer a nuestros jóvenes una alternativa laboral que no pase necesariamente por abandonar su tierra. Un plan que permita la movilidad intercomarcal de los ciudadanos mediante infraestructuras y sistemas de transporte colectivo que sirvan, además de para vertebrar el territorio, para que se pueda hacer un uso comarcal y racional de equipamientos que en muchos casos se duplican y triplican sin mayor sentido. Un plan integral, en definitiva, que el occidente de Asturias se merece, igual que lo han merecido otras zonas que se han visto, afortunadamente, compensadas por distintos motivos.
El occidente de Asturias es ese sitio donde nace el viento. Un viento que ha de servir para que energéticamente nuestra región reciba un impulso que todos consideramos necesario y al que, estoy seguro, los ciudadanos de estas tierras están dispuestos a colaborar de manera solidaria. Pero ese viento no puede dejar aquí sólo los molinos que llevarán su beneficio a otros sitios. Ese viento tiene que dejar en esta tierra algo más: la seguridad de que el occidente de Asturias se va a desarrollar de una manera efectiva de una vez por todas. Para eso hay que volver al punto en el que todos nos podemos encontrar. Eólicos sí, pero de una manera razonable, consensuada, ordenada y compensada.
En estos tiempos de dependencia energética y de calentamiento global por excesivo consumo de combustibles fósiles, mantener una oposición frontal al uso e implantación de energías limpias y renovables, como es el caso de la energía eólica, no parece en modo alguno razonable. Pero dicho esto y con todos los matices que cada uno, desde su propia posición, quiera aportar, yo creo que en este momento del debate hemos llegado en el occidente de Asturias a un punto en el que todos, en mayor o menor grado, coincidimos. Eólicos sí, pero de una forma razonable, consensuada, ordenada y compensada.
Las directrices sectoriales para el aprovechamiento de la energía eólica diseñan el Occidente como la gran reserva espiritual del viento, por decirlo de una manera supuestamente poética. Es aquí donde se ubicará casi el cien por cien de los parques eólicos previstos para todo el territorio asturiano. La pregunta es: ¿A cambio de qué?
Porque es indudable que nunca se había hecho un esfuerzo inversor de tanta importancia como el que se ha venido haciendo en los últimos años en estas tierras. Es indudable que las condiciones de vida de nuestros ciudadanos son infinitamente mejores que en la década anterior. Pero también es indiscutible que no se ha detenido la sangría que supone la pérdida de población y que esa sangría es más evidente en las generaciones más jóvenes y mejor preparadas que ha habido nunca. Nuestros jóvenes se van no porque en nuestra tierra se viva mal, sino porque el trabajo y las oportunidades están en otras zonas.
Quizás sea el momento de cambiar esa tendencia, y tal vez el viento pueda ser la gran excusa. Y es que, a estas alturas, al paisano de nuestros pueblos no podemos decirle que, además de jardinero que conserva el paisaje o de pastor que mantiene viva la llama del sector primario, va ser el electricista que produzca la energía que otros consumirán. O tal vez podamos decírselo, pero deberá ser a cambio de asegurarle que con ello nuestros pueblos volverán a poblarse gracias a que el viento empuja hacia el Occidente las oportunidades que hasta ahora volaban hacia otros sitios.
Y para eso hace falta un plan. Un plan que articule y vertebre el territorio del ala menos desarrollada de Asturias, contemplándola como una especie de área metropolitana de baja densidad. Un plan que contemple la implantación en esta zona de industrias blandas desde el punto de vista medioambiental, industrias relacionadas, por ejemplo, con el empleo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, las cuales, si se aportan los suficientes incentivos y las infraestructuras necesarias, no tienen por qué radicarse necesariamente en el área central y pueden ofrecer a nuestros jóvenes una alternativa laboral que no pase necesariamente por abandonar su tierra. Un plan que permita la movilidad intercomarcal de los ciudadanos mediante infraestructuras y sistemas de transporte colectivo que sirvan, además de para vertebrar el territorio, para que se pueda hacer un uso comarcal y racional de equipamientos que en muchos casos se duplican y triplican sin mayor sentido. Un plan integral, en definitiva, que el occidente de Asturias se merece, igual que lo han merecido otras zonas que se han visto, afortunadamente, compensadas por distintos motivos.
El occidente de Asturias es ese sitio donde nace el viento. Un viento que ha de servir para que energéticamente nuestra región reciba un impulso que todos consideramos necesario y al que, estoy seguro, los ciudadanos de estas tierras están dispuestos a colaborar de manera solidaria. Pero ese viento no puede dejar aquí sólo los molinos que llevarán su beneficio a otros sitios. Ese viento tiene que dejar en esta tierra algo más: la seguridad de que el occidente de Asturias se va a desarrollar de una manera efectiva de una vez por todas. Para eso hay que volver al punto en el que todos nos podemos encontrar. Eólicos sí, pero de una manera razonable, consensuada, ordenada y compensada.
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