LA NUEVA ESPAÑA 08-01-09 Como Ulises en su Ítaca
Como Ulises de regreso a su añorada Ítaca, así Luis Arias regresa al lugar de su infancia, a orillas del Narcea, desde donde casi diariamente analiza los avatares y circunstancias que forman y deforman el mundo en que vivimos. Un análisis lúcido que seguimos asturianos de dentro y de fuera, republicanos varios y todo tipo de fauna y flora humanas. Examen sin concesiones, reflexión meditada y prosa de una calidad literaria que casi resulta sorprendente en los pobres tiempos que corren para el articulismo patrio.
Es Luis Arias una de esas rara avis que pululan por un mundo que, a veces, puede parecer que no es el suyo. Evoca tiempos mejores, en los que la política también era un arte y el pensamiento caminaba por encima de la chabacanería y el pesebrismo. Pero es un hombre de su tiempo, y en este segundo libro de artículos, que reúne parte de su producción publicada en LA NUEVA ESPAÑA desde 2001 (ya hubo una anterior recopilación, «Tiempo de castañas»), nos demuestra, por si acaso todavía alguien no se había dado cuenta, que es un lujo para Asturias contar con un cronista de su calidad literaria, capacidad crítica e independencia absoluta.
Y es precisamente este olvidado occidente, que a muchos nos duele en las entrañas, uno de los amores de Luis. A él viene dedicando desde hace muchos años parte de sus crónicas, que quedan reflejadas en una sección del nuevo volumen. Un occidente cuyos paisajes, ríos, playas sugieren las páginas más bellas, pero también las más demoledoras, recordando su retraso ancestral y, en demasiadas ocasiones, la poco envidiable gestión de sus políticos. Advertencia y condena ante una situación de olvido y abandono, y no por la añoranza de una Arcadia perdida, sino por una tierra y unos ciudadanos a los que se les está negando el futuro por el simple hecho de haber elegido vivir en «otro lugar». Y, tal y como a Luis Arias le gusta hacer, recordamos a Jovellanos cuando advierte que el bienestar de una generación no justifica arruinar el futuro de las siguientes.
Es Luis Arias una de esas rara avis que pululan por un mundo que, a veces, puede parecer que no es el suyo. Evoca tiempos mejores, en los que la política también era un arte y el pensamiento caminaba por encima de la chabacanería y el pesebrismo. Pero es un hombre de su tiempo, y en este segundo libro de artículos, que reúne parte de su producción publicada en LA NUEVA ESPAÑA desde 2001 (ya hubo una anterior recopilación, «Tiempo de castañas»), nos demuestra, por si acaso todavía alguien no se había dado cuenta, que es un lujo para Asturias contar con un cronista de su calidad literaria, capacidad crítica e independencia absoluta.
Y es precisamente este olvidado occidente, que a muchos nos duele en las entrañas, uno de los amores de Luis. A él viene dedicando desde hace muchos años parte de sus crónicas, que quedan reflejadas en una sección del nuevo volumen. Un occidente cuyos paisajes, ríos, playas sugieren las páginas más bellas, pero también las más demoledoras, recordando su retraso ancestral y, en demasiadas ocasiones, la poco envidiable gestión de sus políticos. Advertencia y condena ante una situación de olvido y abandono, y no por la añoranza de una Arcadia perdida, sino por una tierra y unos ciudadanos a los que se les está negando el futuro por el simple hecho de haber elegido vivir en «otro lugar». Y, tal y como a Luis Arias le gusta hacer, recordamos a Jovellanos cuando advierte que el bienestar de una generación no justifica arruinar el futuro de las siguientes.
2 Comments:
Pocas veces sucede que alguien encuentre en su tierra el reconocimiento que se merece.
En este caso, la excepción parece cumplirse.
El reconocimiento lo tiene, sin duda. Pero su independencia le supone tener enfrente no sólo a los que critica, sino también a no pequeña parte de aduladores de los que mandan.
Las cosas son lo que son.
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