LA NUEVA ESPAÑA 16-04-09 Buscándose la vida
Planes para un futuro políticamente incierto
-Hummm. Bueno, bueno, bueno...
-Hummm. Bueno, bueno, bueno...
Fermín se paseaba con las alas en la espalda, dando vueltas una y otra vez alrededor del gallinero, ensimismado y meditabundo. Su cresta estaba a punto de echar humo. Interrumpió sus cavilaciones una llamada a su teléfono móvil. (En Paraxes ha llegado a convertirse en un adminículo imprescindible. Hasta Elvira, que durante años se resistió a su uso, luce, no sin cierto orgullo, un aparato de última generación).
-¿Cómo van esas gestiones?... Eso es imposible? ¡No, no y mil veces no! ¡Si me vuelves a llamar para decirme algo semejante te hago dimitir al instante! ¿Entendido?
Casi atraviesa el receptor cuando de un picotazo golpeó la tecla de colgar e hizo un gesto de tirar el aparato al suelo con todas sus fuerzas, pero se contuvo y siguió con sus solitarios trotecillos.
Yo asistía bastante intrigada a esta histriónica representación ferminesca. Sabía que las cosas no iban demasiado bien en Paraxes y abundantes elementos distorsionadores mostraban su descontento ante la gestión del gallito de la quintana. A todo ello se sumaba una crisis económica que obligaba a restringir las raciones, y entre su equipo de gobierno cundía el desánimo y proliferaban las envidias.
-Si paso a Ernesto del ministerio de trituración de grano al de control de raciones, y recupero a Jacinto, para que se lleve los palos, doy a Renata la cartera de relaciones con los vegetales, que una gallina pizpireta es una buena baza para los tiempos que corren, aunque no sepa ni de lo que habla
Sobre esto especulaba en anteriores días, pero lo que ahora le preocupaba realmente era su futuro. Lo veía tan negro que incluso inauguraba las nuevas oficinas casi a escondidas, dando falsas pistas en las fechas, y rogando a cualquier ente sobrenatural que pudiera existir que los cafres que amenazaban con boicotear el grandioso acto cogieran una gripe aviar que los dejara postrados en sus nidos una buena temporada. Bueno, al menos tan señalado día.
Las arcas estaban vacías y las obras, que siempre eran una buena fuente de ingresos extras, se acabarían en un período de tiempo no demasiado largo ¿Y después?
Un día, hojeando la prensa del vecino país se le iluminó la bujía cerebral. ¡Se haría miembro de un consejo de administración empresarial! Con muy buen criterio decidió que el primer paso sería hacerse sindicalista. «Siempre hay un representante de los trabajadores en estos organismos, y dado como están las cosas allende nuestras fronteras, colijo que debe ser un trabajo bastante descansado y sin complicaciones». Como en Paraxes no había sindicatos, se hizo un carné que mostraba ostensiblemente un número uno en grandes caracteres. «Esto me dará un prestigio añadido de luchador incansable».
Pasó rápidamente a la parte práctica. Hizo cálculos y llegó a la conclusión de que si en el Paraíso Natural fronterizo una gran empresa siderúrgica, receptora de subvenciones por parte de diversas administraciones, pagaba a sus consejeros (con sindicalista incluido) la modesta cantidad de 260.000 euros anuales -nada más que por poner un ejemplo-, y con la amenaza de cierre de un alto horno y pérdidas de puestos de trabajo a troche y moche, haciendo un gran esfuerzo dichos señores (incluido el sindicalista, que hasta la fecha no había abierto el pico, perdón, la boca) se rebajan el sueldo un 15%, todavía le daba para algún caprichito. «Si además consigo un sueldo del propio sindicato y alguna otra comisión interna, mejor que mejor».
El verdadero problema, y la causa de su desazón y enfado era que Ernesto le acababa de comunicar que en Paraxes no había ninguna empresa, ni grande ni pequeña. Así que no era necesario ningún consejo de administración, ni grande ni pequeño. No había caído Fermín en este contratiempo, que por un momento pareció desbaratar sus planes de futuro, pero su magín volvía a dar señales de vida.
-«Eso lo arreglo yo en dos días».
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