LA NUEVA ESPAÑA 24-12-11 El periódico de padrino
De las penurias de un niño para poder leer LA NUEVA ESPAÑA en la aldea hace sesenta años
Pues sucedió que padrino había emigrado a Cuba, pero regresó pronto a su Malleza natal. José Tola no trajo dinero de La Habana pero sí una muy estimable cultura, consecuencia de su gran afición por la lectura. Se suscribía a este periódico cuando terminaban las faenas de recogida del maíz y se borraba antes de la temporada de la hierba porque no le dejaban tiempo las faenas del campo. Y, además, la modesta casería no permitía gastos de los por entonces llamados superfluos. Dos días después de recibir LA NUEVA ESPAÑA el padrino le dejaba el periódico a este su ahijado que bajaba a Malleza, ya noche cerrada -había que atender las vacas antes-, a recogerlo para leerlo por la noche, a la luz del carburo si la Belmontina cortaba el suministro eléctrico por una de sus constantes averías.
Y es el caso que un buen día llegaron al pueblo unos guardias civiles con unos paisanos desconocidos que vestían trajes oscuros y corbata. A los niños se nos dijo que aquellos señores se llamaban «secretas». Y ni nos enteramos de qué era eso. Sucedía un sábado por la mañana y al mediodía pasó por La Arquera, camino de Malleza y procedente de Mallecina, un coche negro, muy grande, con un banderín que era como la bandera de la escuela pero en pequeño. Le seguían otros vehículos desconocidos y aquello sorprendió mucho porque era cuando por la carretera no circulaba más que La Caralla, la furgoneta del carnicero Fausto el del Barbulón y el taxi de Silverio La Puerta.
Muy pronto se supo que venía el Gobernador Civil y Jefe Provincial del Movimiento -el Gobernador Labadíe- a inaugurar el locutorio telefónico en Casa Cardín de Malleza. Como la línea, de Mallecina a Malleza, atravesó las mejores fincas de La Arquera y no hubo locutorio para este último pueblo, los vecinos arqueranos estaban muy mosqueados porque habían pagado por algo que no iban a tener y protestaban de la única forma que se podía hacer en aquellos tiempos, que era en el chigre y con dos vasinos de más. De pancartas, nada, por supuesto.
Con Labadíe venía Juan Luis Cabal Valero, redactor de este periódico, del que pudimos saber que al día siguiente, domingo, publicaría la crónica de inauguración del teléfono cuyos postes y cables atravesaban en línea recta por los buenos maizales de La Arquera. Pero el problema era que de domingo el periódico no llegaba a casa de padrino. Lo recibía los lunes. Y el niño se levantó pronto, no quiso ir a ayudar a misa a Don Severino y le pidió a su madre que intercediese ante padre para poder ir a Salas. Y el jefe supremo de la familia preguntó:
-¿Qué se le perdió al neñu de domingo en Salas?.
-Ya que diz que se enteró ayer que hoy trae LA NUEVA ESPAÑA lo de esos homes de Oviedo que vinieron a inaugurar el teléfono de Malleza.
Y el niño, con un permiso excepcional y sin que sirviese de precedente salió caminando, con dos reales de aquellos de «furaquinos» en el bolsillo, por Mallecina, Priero y Villamar, catorce kilómetros de monte de robles y castaños, a comprarle el periódico a Pepín de Pilarina, que tenía kiosco y estanco en la villa. Después ocurrió que ese niño se hizo mayor y fue redactor de LA NUEVA ESPAÑA. Pero ésta es ya otra historia. Una más de las muchas que acumulan los setenta y cinco años de vida de este nuestro periódico.
http://www.lne.es/occidente/2011/12/24/periodico-padrino/1175552.html
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