LA NUEVA ESPAÑA 25-07-06 Entre La Granja y Tablao
JOSÉ DE ARANGO
Hay una carretera perteneciente a la red del Principado sobre la que hay que llamar la atención con carácter de urgencia. Su estado ya no va a resistir otro invierno. Y por eso hay que dar la voz de alarma, ahora, en verano, por si la burocracia regional permite aún hacer algo antes de que llegue el mal tiempo. Se trata de la SL-13, que conduce desde La Granja, en Malleza de Salas, hasta Tablao, para seguir por Gallinero arriba y comunicar con Lendepeña ya en la vertiente del concejo de Valdés.
Esta ruta ha sido construida hace algo menos de medio siglo. No existía comunicación rodada para las brañas mallezanas de Gallinero, Tablao, Berducéu, Repozo, Coriscáu, Zreizal y Vegacebrón. Y tampoco se podía acceder con vehículos de motor hasta La Barraca, que ha sido -y lo sigue siendo en gran medida- núcleo neurálgico para todos los vecindarios de estos pueblos, ya que aquí se encuentra Casa Claudio, uno de esos comercios rurales que comprende tienda de ultramarinos, bar, almacén de piensos, de abonos, molino de maíz y un buen sitio también para degustar un exquisito pote de berzas. Claudio sigue en la brecha y su casa es posada de peregrinos, tertulia comarcal, centro de recreo para echar una partida al tute -contando con que se reúnan cuatro parroquianos- y, sobre todo, el lugar donde se encuentra a un amigo de verdad, sea quien fuere el visitante.
Por aquellos tiempos ya lejanos un grupo de vecinos de El Pumar, La Barraca y Lindemurias constituyó una comisión, precisamente en Casa Claudio, y decidieron hacer las gestiones para que un viejo camino de carro que bajaba por Láspara, atravesaba por el Rellouso y seguía hasta La Barraca y las brañas se convirtiese en una carretera decente. Era por entonces presidente de la Diputación Provincial el recordado don José López Muñiz, quien recibió con todo cariño los escritos que le llegaban remitidos por estos vecinos. En la Diputación se hizo el proyecto, pero quedó dormido algún tiempo. Este organismo ponía como condición el disponer de la cesión gratuita de los terrenos necesarios para convertir el viejo camino en carretera. Y fueron esos vecinos comisionados los que, casa por casa, solicitaron los metros de parcela necesarios para el ensanche del camino y su conversión en vía para vehículos de motor, con un ancho apto para camiones del tonelaje de los existentes en la época.
Muchos de los propietarios de los terrenos afectados por la nueva vía cedieron gratuitamente y muy gustosos los metros que se les solicitaban. Otros, en cambio, optaron por pedir una indemnización, que se les abonó mediante la aportación de los vecinos que colaboraban en el proyecto. Alguna gestión recuerda uno aún cerca del querido radiofonista León Bernardo Manso, jefe de gabinete del presidente de la Diputación, para que el expediente pasase de lo más hondo del montón de espera hasta una posición más favorable. Y, por fin, se realizaron las obras. Y se terminaron para júbilo y alegría desbordante de todos los pueblos. Hubo por entonces quien aportó terreno y dinero. Y uno también quiere tener aquí y ahora dos menciones especiales para dos de los principales promotores del proyecto: Claudio García, que sigue en la brecha, y el inolvidable Celedonio de Lindemurias, gran maestro artesano de la madera y mejor persona, amante de todo lo que significase progreso y mejora de la comarca.
Pero esta carretera, por estar situada parte de ella en zonas de mucha sombra, soporta heladas interminables en el invierno y cuando nieva es necesario recurrir a las palas, porque el hielo y la ausencia de sol son buenos aliados para que no se derrita el blanco elemento. Hay que tocar a arrebato para que alguna máquina del Principado llegue a limpiar de nieve esta carretera, y en el último invierno fueron los vecinos de las brañas los que a escote pericote compraron sacos de sal para echarlo, en vísperas de la Nochebuena, en el helado pavimento. De lo contrario, quedaban incomunicados durante muchas jornadas.
Con todo ello y debido también al intenso tráfico que registra y a los transportes pesados, que ahora son frecuentes y no estaban previstos cuando se diseñó la vía, esta carretera se encuentra en unas condiciones realmente pésimas. Ya no es que tenga muchos baches. Es que casi toda ella es un bache que abarca desde el terraplén hasta la cuneta. Los vecinos de las brañas han alquilado gran parte de las fincas de las caserías que cesaron en su actividad en Malleza y el paso de los tractores es continuo. Por otra parte, debajo de cada hórreo y panera hay, cuando menos, un par de coches. Lecheros, panaderos, proveedores de Casa Claudio y una buena corriente turística, que en verano se asoma a las brañas para continuar por Lendepeña hasta el vecino Valdés, constituyen un tráfico que puede calificarse de intenso.
Para la carretera de La Granja a Tablao ya no sirve un rebacheo. Se llevan ya realizados muchos, unos encima de otros y surgen nuevos badenes, simas, pozos y otra suerte de lindezas que hacen peligrar la integridad de los vehículos. No es una carretera excesivamente larga, pero sí tiene pendientes muy estimables en Láspara, y en ellas la lluvia erosiona bastante el pavimento. De riego asfáltico ya no queda ni una sola mancha. Todo el pavimento está desconchado y en los últimos años la situación se ha vuelto insostenible. No es una carretera. Se podría decir que actualmente es un mal camino.
Es de suponer que el Principado tiene mucha demanda en materia de reparaciones de carreteras. Pero ésta es una de las vías de comunicación de cuantas uno conoce -y nos tocó en suerte viajar por muchísimas a lo largo y ancho de los setenta y ocho concejos de Asturias- que merece estar entre las clasificadas como de las peores. Es de suponer también que quien administra los recursos económicos del Principado tenga otras prioridades por razones políticas, sociales, municipales o de cualquier otra índole, porque esto de los presupuestos de urgencia es difícil de saber cómo se gestiona. Pero para un simple observador que lee y está un poco al día de los gastos que por ahí tiene el Principado se llega pronto a la conclusión de que se podría detraer alguna partida de capítulos considerados casi de lujo para atender estas necesidades, que son vitales para un elevado número de pacientes y sufridos administrados. Y aquí, de La Granja a Tablao, no se puede esperar a otro invierno. Quedarían con la carretera totalmente inutilizada. Y de poco les serviría a estos vecinos el tener una televisión autonómica -que tampoco la ven porque a muchos no les llega y, además, caso de que tuviesen interés en sus contenidos, disponen de poco tiempo para contemplarla- si después para salir de sus casas tienen que arriesgarse a quedar sin coche y con lecheros y panaderos al borde de no poder realizar su vital servicio. Ésta es la situación aquí y ahora.
Hay una carretera perteneciente a la red del Principado sobre la que hay que llamar la atención con carácter de urgencia. Su estado ya no va a resistir otro invierno. Y por eso hay que dar la voz de alarma, ahora, en verano, por si la burocracia regional permite aún hacer algo antes de que llegue el mal tiempo. Se trata de la SL-13, que conduce desde La Granja, en Malleza de Salas, hasta Tablao, para seguir por Gallinero arriba y comunicar con Lendepeña ya en la vertiente del concejo de Valdés.
Esta ruta ha sido construida hace algo menos de medio siglo. No existía comunicación rodada para las brañas mallezanas de Gallinero, Tablao, Berducéu, Repozo, Coriscáu, Zreizal y Vegacebrón. Y tampoco se podía acceder con vehículos de motor hasta La Barraca, que ha sido -y lo sigue siendo en gran medida- núcleo neurálgico para todos los vecindarios de estos pueblos, ya que aquí se encuentra Casa Claudio, uno de esos comercios rurales que comprende tienda de ultramarinos, bar, almacén de piensos, de abonos, molino de maíz y un buen sitio también para degustar un exquisito pote de berzas. Claudio sigue en la brecha y su casa es posada de peregrinos, tertulia comarcal, centro de recreo para echar una partida al tute -contando con que se reúnan cuatro parroquianos- y, sobre todo, el lugar donde se encuentra a un amigo de verdad, sea quien fuere el visitante.
Por aquellos tiempos ya lejanos un grupo de vecinos de El Pumar, La Barraca y Lindemurias constituyó una comisión, precisamente en Casa Claudio, y decidieron hacer las gestiones para que un viejo camino de carro que bajaba por Láspara, atravesaba por el Rellouso y seguía hasta La Barraca y las brañas se convirtiese en una carretera decente. Era por entonces presidente de la Diputación Provincial el recordado don José López Muñiz, quien recibió con todo cariño los escritos que le llegaban remitidos por estos vecinos. En la Diputación se hizo el proyecto, pero quedó dormido algún tiempo. Este organismo ponía como condición el disponer de la cesión gratuita de los terrenos necesarios para convertir el viejo camino en carretera. Y fueron esos vecinos comisionados los que, casa por casa, solicitaron los metros de parcela necesarios para el ensanche del camino y su conversión en vía para vehículos de motor, con un ancho apto para camiones del tonelaje de los existentes en la época.
Muchos de los propietarios de los terrenos afectados por la nueva vía cedieron gratuitamente y muy gustosos los metros que se les solicitaban. Otros, en cambio, optaron por pedir una indemnización, que se les abonó mediante la aportación de los vecinos que colaboraban en el proyecto. Alguna gestión recuerda uno aún cerca del querido radiofonista León Bernardo Manso, jefe de gabinete del presidente de la Diputación, para que el expediente pasase de lo más hondo del montón de espera hasta una posición más favorable. Y, por fin, se realizaron las obras. Y se terminaron para júbilo y alegría desbordante de todos los pueblos. Hubo por entonces quien aportó terreno y dinero. Y uno también quiere tener aquí y ahora dos menciones especiales para dos de los principales promotores del proyecto: Claudio García, que sigue en la brecha, y el inolvidable Celedonio de Lindemurias, gran maestro artesano de la madera y mejor persona, amante de todo lo que significase progreso y mejora de la comarca.
Pero esta carretera, por estar situada parte de ella en zonas de mucha sombra, soporta heladas interminables en el invierno y cuando nieva es necesario recurrir a las palas, porque el hielo y la ausencia de sol son buenos aliados para que no se derrita el blanco elemento. Hay que tocar a arrebato para que alguna máquina del Principado llegue a limpiar de nieve esta carretera, y en el último invierno fueron los vecinos de las brañas los que a escote pericote compraron sacos de sal para echarlo, en vísperas de la Nochebuena, en el helado pavimento. De lo contrario, quedaban incomunicados durante muchas jornadas.
Con todo ello y debido también al intenso tráfico que registra y a los transportes pesados, que ahora son frecuentes y no estaban previstos cuando se diseñó la vía, esta carretera se encuentra en unas condiciones realmente pésimas. Ya no es que tenga muchos baches. Es que casi toda ella es un bache que abarca desde el terraplén hasta la cuneta. Los vecinos de las brañas han alquilado gran parte de las fincas de las caserías que cesaron en su actividad en Malleza y el paso de los tractores es continuo. Por otra parte, debajo de cada hórreo y panera hay, cuando menos, un par de coches. Lecheros, panaderos, proveedores de Casa Claudio y una buena corriente turística, que en verano se asoma a las brañas para continuar por Lendepeña hasta el vecino Valdés, constituyen un tráfico que puede calificarse de intenso.
Para la carretera de La Granja a Tablao ya no sirve un rebacheo. Se llevan ya realizados muchos, unos encima de otros y surgen nuevos badenes, simas, pozos y otra suerte de lindezas que hacen peligrar la integridad de los vehículos. No es una carretera excesivamente larga, pero sí tiene pendientes muy estimables en Láspara, y en ellas la lluvia erosiona bastante el pavimento. De riego asfáltico ya no queda ni una sola mancha. Todo el pavimento está desconchado y en los últimos años la situación se ha vuelto insostenible. No es una carretera. Se podría decir que actualmente es un mal camino.
Es de suponer que el Principado tiene mucha demanda en materia de reparaciones de carreteras. Pero ésta es una de las vías de comunicación de cuantas uno conoce -y nos tocó en suerte viajar por muchísimas a lo largo y ancho de los setenta y ocho concejos de Asturias- que merece estar entre las clasificadas como de las peores. Es de suponer también que quien administra los recursos económicos del Principado tenga otras prioridades por razones políticas, sociales, municipales o de cualquier otra índole, porque esto de los presupuestos de urgencia es difícil de saber cómo se gestiona. Pero para un simple observador que lee y está un poco al día de los gastos que por ahí tiene el Principado se llega pronto a la conclusión de que se podría detraer alguna partida de capítulos considerados casi de lujo para atender estas necesidades, que son vitales para un elevado número de pacientes y sufridos administrados. Y aquí, de La Granja a Tablao, no se puede esperar a otro invierno. Quedarían con la carretera totalmente inutilizada. Y de poco les serviría a estos vecinos el tener una televisión autonómica -que tampoco la ven porque a muchos no les llega y, además, caso de que tuviesen interés en sus contenidos, disponen de poco tiempo para contemplarla- si después para salir de sus casas tienen que arriesgarse a quedar sin coche y con lecheros y panaderos al borde de no poder realizar su vital servicio. Ésta es la situación aquí y ahora.
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