LA NUEVA ESPAÑA 01-03-06 Minas de oro: triunfo de ecológicos o panteístas
CARTAS AL DIRECTOR
Fenecido el ateísmo marxista, al caer el muro de Berlín en el año 1989, el pensamiento heterodoxo se deslizó hacia el ecologismo, eminentemente panteísta, que afirma que Dios y la Naturaleza son una misma cosa, corriente sustentada en siglos atrás por el filósofo judío de origen español Spinoza. Al cerrar las minas de oro de Belmonte y Salas y abortar los ecológico-panteístas la apertura de la de Salave, porque les hicieron la vida imposible a la empresa RNGM, se perdieron más de 2.000 puestos de trabajo directos e indirectos, amén de otros beneficios en hostelería y de empresas complementarias. Todas estas personas, que tienen que ir al paro o quedar sin otros beneficios económicos, son víctimas claras del sistema ya citado, ecologismo panteísta, que es un error filosófico teológico de gran magnitud.
La marea panteísta o ecologista se extendió como vorágine acuosa y revolucionaria por todo el occidente asturiano con motivo de la posible apertura de las minas de oro de Salave, ya explotadas por los romanos. El mismo Gobierno del Principado cedió preocupado y, asustado, no concediendo la licencia de explotación a RNGM, al ver unidos a todo el Consistorio tapiego, junto a la fuerte oposición vecinal, manipulada por los ecologistas, a la apertura de la misma.
De los antiguos revolucionarios del siglo pasado, que sólo veían minas, hierros, mecánica, sacrificio del proletariado, han pasado, los nuevos revolucionarios, a dar culto de éxtasis a la Naturaleza, primando en la nueva concepción las flores, árboles y plantas, animales, en general, la belleza de la Naturaleza, y los monumentos históricos... todo lo relatado está bien, si no se lleva al paroxismo o no se deja vivir a los humanos. Los ecologistas han de reconocer que todos los días, en la bella Naturaleza, se da un baño de sangre, así fueron evolucionando las especies y, según el principio, de que el pez grande se come al chico para sobrevivir. Resulta algo exacerbado no querer destruir una casa vieja para, en su lugar, edificar una nueva y más cómoda. No querer destruir unos vestigios romanos para poder sacar oro constituye una insensatez. Si la empresa ofrecía hacer en Salave un puerto deportivo, con ello favorecía, y no perjudicaba, el turismo. Uno de los de la plataforma contra la mina aseguraba que recibía apoyos del mundo entero y yo se lo creo por lo extendido que está este movimiento revolucionario panteísta. Eso no impide que todos estemos de acuerdo en que la Naturaleza se debe cuidar o mimar, pero no adorar. El fallo radical de este movimiento moderno radica en que somos mortales y que la «mirada», la luz, un buen día la vamos a perder para siempre al morirnos. Así es que la «procesión» que partió del parque de Tapia para llegar andando a los lagos de Salave, muy numerosa, estaba formada por personas que no son conscientes de que un día se van a morir y que dejarán de ver para siempre a la bella Naturaleza, que, en todo caso, ha de estar al servicio del hombre y no al revés. Espero que los ecologistas no pongan en Salave una lápida a la manera de los faraones, maldiciendo a las generaciones posteriores, que se atrevan a escarbar en los lagos de Silva. Pido, finalmente, un minuto de silencio por las víctimas del panteísmo.
Juan Castañeira Fernández
abogado
Madrid
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¡¡¡ SIN COMENTARIOS!!! (Amisalas)
Fenecido el ateísmo marxista, al caer el muro de Berlín en el año 1989, el pensamiento heterodoxo se deslizó hacia el ecologismo, eminentemente panteísta, que afirma que Dios y la Naturaleza son una misma cosa, corriente sustentada en siglos atrás por el filósofo judío de origen español Spinoza. Al cerrar las minas de oro de Belmonte y Salas y abortar los ecológico-panteístas la apertura de la de Salave, porque les hicieron la vida imposible a la empresa RNGM, se perdieron más de 2.000 puestos de trabajo directos e indirectos, amén de otros beneficios en hostelería y de empresas complementarias. Todas estas personas, que tienen que ir al paro o quedar sin otros beneficios económicos, son víctimas claras del sistema ya citado, ecologismo panteísta, que es un error filosófico teológico de gran magnitud.
La marea panteísta o ecologista se extendió como vorágine acuosa y revolucionaria por todo el occidente asturiano con motivo de la posible apertura de las minas de oro de Salave, ya explotadas por los romanos. El mismo Gobierno del Principado cedió preocupado y, asustado, no concediendo la licencia de explotación a RNGM, al ver unidos a todo el Consistorio tapiego, junto a la fuerte oposición vecinal, manipulada por los ecologistas, a la apertura de la misma.
De los antiguos revolucionarios del siglo pasado, que sólo veían minas, hierros, mecánica, sacrificio del proletariado, han pasado, los nuevos revolucionarios, a dar culto de éxtasis a la Naturaleza, primando en la nueva concepción las flores, árboles y plantas, animales, en general, la belleza de la Naturaleza, y los monumentos históricos... todo lo relatado está bien, si no se lleva al paroxismo o no se deja vivir a los humanos. Los ecologistas han de reconocer que todos los días, en la bella Naturaleza, se da un baño de sangre, así fueron evolucionando las especies y, según el principio, de que el pez grande se come al chico para sobrevivir. Resulta algo exacerbado no querer destruir una casa vieja para, en su lugar, edificar una nueva y más cómoda. No querer destruir unos vestigios romanos para poder sacar oro constituye una insensatez. Si la empresa ofrecía hacer en Salave un puerto deportivo, con ello favorecía, y no perjudicaba, el turismo. Uno de los de la plataforma contra la mina aseguraba que recibía apoyos del mundo entero y yo se lo creo por lo extendido que está este movimiento revolucionario panteísta. Eso no impide que todos estemos de acuerdo en que la Naturaleza se debe cuidar o mimar, pero no adorar. El fallo radical de este movimiento moderno radica en que somos mortales y que la «mirada», la luz, un buen día la vamos a perder para siempre al morirnos. Así es que la «procesión» que partió del parque de Tapia para llegar andando a los lagos de Salave, muy numerosa, estaba formada por personas que no son conscientes de que un día se van a morir y que dejarán de ver para siempre a la bella Naturaleza, que, en todo caso, ha de estar al servicio del hombre y no al revés. Espero que los ecologistas no pongan en Salave una lápida a la manera de los faraones, maldiciendo a las generaciones posteriores, que se atrevan a escarbar en los lagos de Silva. Pido, finalmente, un minuto de silencio por las víctimas del panteísmo.
Juan Castañeira Fernández
abogado
Madrid
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