28 mayo, 2006

LA NUEVA ESPAÑA 28-05-06 El oro pierde brillo


El “New York Times” describe la minería aurífera como una industria destructiva y dañina para el medio ambiente y para el desarrollo de las comunidades indígenas

Texto: María José Iglesias
Fotos: Archivo

¿Qué se esconde detrás de un brillante lingote de oro? A tenor de los acontecimientos
registrados en puntos tan distantes como Sala­ve (Tapia) o la Patagonia, un boyante negocio cada vez más cuestionado. La crisis del oro no es económica, ni mucho menos. De hecho, el dorado metal bate récords de cotización, en vista de los vaivenes del otro oro, el de color negro, con los días contados.
Lo que realmente se critica y rechaza en el mundo son los métodos extractivos de una indus­tria contaminante y, en general, agresiva con el medio ambiente. El «New York Times» acaba de dedicar una serie de artículos a la industria de la minería de oro en el mundo. El diario la describe como una industria destructiva y dañina para el medio ambiente y para el desarrollo social de las comunidades indígenas.
El diario no pasó por alto megaproyectos como el de Pas­cua Lama, el más grande del mundo, en la cordillera de los Andes, justo en la frontera chile­no-argentina. La empresa cana­diense Barrick Gold, líder del negocio del oro en el planeta, desplazará dos glaciares para extraer el metal debajo de los hie­los, en una explotación a cielo abierto, con el parabién de la Comisión Regional de Medio Ambiente de Atacama. Aunque el pliego de condiciones establece rigurosas medidas para proteger los glaciares Toro 1, Toro II y Esperanza, los grupos ecologis­tas aseguran que esta decisión significa la muerte del valle del Huasco por la contaminación que generará la construcción y explotación de la minera en el sector. La compañía Barrick Gold contraataca asegurando que invertirá 1.500 millones de dóla­res y que creará 6.000 empleos entre la construcción y el funcio­namiento operativo de la mina aurífera.
En Asturias la situación ha funcionado a la inversa. Las pro­testas de los vecinos de Salave contribuyeron a abortar el proyec­to de la nueva mina. A cambio, Río Narcea Gold Mines anunció el pasado mes de febrero el cierre de la mina de Belmonte.
La onza se cotiza a más de 700 dólares, casi el triple del pre­cio (252,80 dólares) que se paga­ba en julio de 1999. La empresa argumenta cuestiones económi­cas, así como la negativa del Prin­cipado a permitir el inicio de la nueva explotación.
El «New York Times» dedica otro de sus reportajes a Newmont Mining, la mayor corporación minera de oro del mundo con operaciones en Australia, Perú, Indonesia, Nueva Zelanda, Norte­américa, Turquía y Uzbekistán.
Newmont registró ganancias por valor de 2.000 millones de dóla­res en 2005. En junio de 2000, un camión derramó en la carretera cerca de 140 kilos de mercurio de la mina de Yanacocha, en Perú. Newmont no había advertído con anterioridad a los residen­tes sobre los peligros de transpor­tar mercurio a través de su comu­nidad, y muchos residentes reco­gieron el líquido metal creyendo que era algo valioso. En tres semanas, entre 200 y 300 perso­nas fueron hospitalizadas por envenenamiento de mercurio. La comunidad de Choropampa toda­vía sufre los efectos devastadores del derrame, y muchos residentes creen que Newmont no les ha compensado adecuadamente por los daños económicos y sociales de los que han sido víctimas.
De hecho, la mina de Yanacocha de Newmont -mencionada en la página de internet de la compañía como un ejemplo de su compromiso con el desarrollo social- ha atraído durante mucho tiempo atención a los desechos tóxicos de este gigante minero. Localizada a gran altitud cerca de la ciudad de Cajamarca, en el norte de Perú, Yanacocha es la mayor mina de oro de América Latina y la segunda mayor del mundo. Yanacocha usa el siste­ma de «lixiviación de mena por medio de cianuro» para extraer el oro del mineral. Los residentes alegan que los desechos tóxicos de la mina han llegado a los arro­yos y ríos de la región de Caja­marca alrededor de Yanacocha. Las minas auríferas de América, Ghana o Filipinas quedan a miles de kilómetros de distancia de Asturias. En cambio, las heridas en la tierra y las balsas de lodos que permanecerán tras el cierre de Río Narcea acercan más que nunca a la región a un duro deba­te, como miles de lingotes.

La mayoría de las extracciones se hacen en países en vías de desarrollo


La inestabilidad económica vuelve a propiciar que este metal se convierta ahora en un valor de refugio

El oro ha provocado guerras y ha hecho enloquecer a millones de personas a lo largo de la historia. El rey Fernando el Católico ya fue tajante con los explorado­res que se iban al Nuevo Mundo: «Traed­me oro a toda costa». Desde el siglo XVI hasta nuestros días poco han cambiado las cosas. El oro se extrae por encima de otros condicionantes. El «New York Times» califica el romance del oro con el hombre como una tortuosa y larga historia que sigue más viva que nunca. La fuerte alza del pre­cio de los metales preciosos se debe, en gran parte, a las incerti­dumbres geopolíticas y económicas. Tanto el oro como la plata sirven como refugio para los inversores, que, ante las incógnitas abiertas por conflictos como el de Irán con Estados Uni­dos, la subida de los tipos de interés o la debilidad del dólar, optan por recurrir a activos más seguros. El metal amarillo ya ha ganado un 40 por ciento de valor desde principios de año. La onza de plata superó el umbral de los 15 dólares por primera vez desde diciembre de 1980, en el London Bullion Market. El 70 por ciento del oro mundial se extrae en países en vías de desarrollo como Guatemala o Ghana. Lugares donde la necesidad de dinero para comer prima sobre otras considera­ciones.