04 septiembre, 2009

LA NUEVA ESPAÑA 04-09-09 Moras en abundancia en el anticipo otoñal



Es septiembre. Parece que se adivina hasta en la luz del cielo, que, sin haber llovido, es de agua

LUIS ARIAS ARGÜELLES-MERES
Lanio arriba, por una de las múltiples rutas que dan acceso a las cabañas y a los castañedos, haciendo un alto en el camino, el matorral que cubre el muro exhibe y ofrece moras en abundancia, se diría que en tres estados. Algunas, muy pocas, aún no han madurado del todo; otras están ya fuera de tiempo, resecas. Por fortuna, las hay en su mejor sazón. Su sabor agridulce y su frescor deleitan y reconfortan.
Es septiembre y el agostamiento domina no pequeña parte de lo que es pradería. Algunos erizos de los castaños ruedan, precoces, por el suelo. También se ven manzanas caídas antes de tiempo.
Es septiembre, es el anticipo otoñal. Parece que se adivina hasta en la luz del cielo, que, sin haber llovido, es de agua. Es septiembre. Frente al sobresalto por la rapidez con que acaban de irse los meses del verano, el paseante, a poco que repare en el paisaje, tiene a su alcance poder disfrutar de la atmósfera agridulce que preludia la seronda.
Es septiembre. El Narcea baja con escasísimo caudal. Acaba de quedar atrás una temporada de pesca que ni siquiera los más optimistas pueden negar que fue nefasta. Es septiembre y dentro de muy pocos días los cazadores estrenarán temporada. No es difícil que, en cualquier momento, se presente ante el caminante el bello espectáculo que supone contemplar los soberbios saltos de algún corzo, camino de alguna parte. Es algo que nunca deja se asombrarnos.
Es septiembre. Se supone que quedan, poco más o menos, dos meses para que se cumpla el plazo en que se anunció el fin de las obras de la autovía entre Grao y Doriga, que está llamado a evitar los tremendos atascos que se forman en la Cabruñana. Al mirar hacia las cadenas montañosas próximas a Doriga, uno no puede dejar de preguntarse si en cualquier momento recibiremos noticia de que habrá demoras en su puesta en servicio, por mucho que, según parece, se dé la circunstancia añadida de que estamos hablando ya de una prórroga.
Mejor será, no obstante, si es relajación lo que buscamos, si se trata de aprovisionarse de tranquilidad para lo inmediatamente venidero, regodearse en la delicia que supone comer moras, en el frescor que, en última instancia, nos dejan al deshacerse en la boca cuando están en su mejor momento para ser degustadas.
Mejor será, no obstante, aprovechar la hermosura que el paisaje nos regala en estos lares: paisaje singular y genuino el que ofrecen los castañedos. Paisaje que no sólo forma parte de nuestros recuerdos, sino que además sirvió en no pequeña parte de sustento a lo que somos y tenemos. De estos castañedos salió en su momento la madera para muchas casas, paneras y hórreos que siguen en pie, enormes y potentes vigas que forman parte de lo mejor de nuestra arquitectura. Lo mismo podría decirse de los carbayos que siguen teniendo presencia por estos contornos.
Moras, delicias septembrinas, que la Naturaleza, enredándose en los viejos muros, nos regala. Moras, anticipos de una seronda que nos traerá manzanas, nueces y figos.
Moras, que tiñen no sólo el paisaje. Moras, inconfundibles, a poco que se hayan transitado parajes como éstos, donde Asturias se fue haciendo como es a lo largo de su dilatada trayectoria.
Más allá del muro, una mariposa, de tamaño mayor al habitual, parece lo único que se mueve en un momento en que la brisa decidió detenerse, mientras la última mora que degusto refresca, con creciente satisfacción, mi paladar.
Más abajo, el Narcea, en el que árboles y praderías, más que mirarse al gracilasiano modo, lo que parecen anhelar es refrescarse.
Y es que ¡ay! las moras no están hechas para ellos.

http://www.lne.es/opinion/2009/09/04/moras-abundancia-anticipo-otonal/804030.html