30 abril, 2010

LA NUEVA ESPAÑA 30-04-10 Cuando el campanu llama a la puerta

En vísperas del gran día en Cornellana







LUIS ARIAS ARGÜELLES-MERES
«El artista, el poeta, oye detrás voces que suenan en nuestros valles y ruedan con los torrentes por nuestras montañas y entre las hojas de nuestros bosques, voces que claman ¡belleza, belleza!» (Clarín). Tormenta a la amanecida. Luna esplendorosa la de estas últimas noches.
Eclosión de los manzanos en flor verdaderamente espectacular.
Admirable viveza del verdor en nuestro paisaje. Es el momento en que, más que nunca, Asturias es un jardín que no pasa desapercibido ni a los más despistados, ni siquiera a los más insensibles. Del interior de nuestros bosques, próximos los castaños a revertirse de primavera, salen clamores proclamando la exultante belleza que brota de las entrañas mismas de todos estos parajes.
Primavera asturiana en la que los manzanos constituyen la referencia de una belleza tan inusitada. Primavera asturiana, en la que los castañedos, aún violáceos, a punto están de recuperar su mejor puesta en escena. Primavera asturiana, jardín casi inabarcable, que ofrece, entre otros muchos, el encanto de una feracidad difícilmente controlable.
¿Y qué decir de las orillas de los ríos? ¿Y qué decir del aspecto que ofrece el Narcea en estas vísperas de una temporada de pesca tan atípica que retrasa hasta el 1 de mayo el ceremonial del campanu?
Hasta hace muy pocas fechas, la arboleda de las orillas, antes de reverdecer, ofrecía un colorido muy similar al ocre otoñal. Es un paso previo lleno de encanto, mágico. Como si este cromatismo jugase a las estaciones.
El Narcea no se explica sin el mágico pez que, como las fortunas de los indianos que regresaron ricos a su tierra, llega hasta nosotros río arriba. Por mucho que la última temporada haya sido funesta, por mucho que las cosas pinten mal para la presencia de salmones, aún está viva y reciente la memoria de aquellos años en los que la pesca constituía uno de los principales reclamos de estos parajes que, según la marcha de los acontecimientos, viven tiempos no demasiado alentadores.
Más allá del acontecimiento propiamente dicho que supone la captura del campanu, con lo que ello tiene de goloso para los afanes de quienes persiguen sin desmayo salir en la foto, hora va siendo ya de acometer la situación más allá de frases vagas, de ambigüedades y de topicazos, que, como tales, son pura vulgaridad.
Para empezar, no queremos resignarnos a ver esto convertido en un parque temático en el que se exhiba un esplendor pesquero que está más cerca de la historia que del presente. Para seguir, apremia la exigencia de proyectos y políticas viables para que aquí las administraciones cumplan con sus cometidos que, para el asunto que aquí nos trae, pasan -velis nolis- por el cuidado de las mejores condiciones ambientales para los ríos, en este caso, para el Narcea.
Se harán la foto, declararán su amor al río y a las tradiciones, esgrimirán discursos para atraer visitantes y turismo. La puesta en escena la conocemos. Pero, más allá de eso, están los compromisos esperables y exigibles.
Vendría muy bien que algunos recordaran que hace tres años, en la campaña electoral de 2007, se habló de saneamientos de los pueblos ribereños que no sólo continúan sin hacer, sino que además no hay fechas, retrasos aparte, para llevarlos a cabo. ¿Alguien se acordará de esa asignatura pendiente antes, durante y después del ceremonial mediático?
Cornellana, capital salmonera, se prepara para el gran día.
Cornellana, que espera, con impaciencia creciente, que la autovía de La Espina deje de acumular retrasos y la acerque, definitivamente, al centro. Cornellana, entre dos ríos, el Nonaya y el Narcea, cruce de caminos, confluencia de comunicaciones entre el Occidente y el centro de Asturias, demanda, con no menos impaciencia, que de una vez por todas se pongan en marcha las obras para la rehabilitación de su monasterio, que, de una parte, representa una de las joyas arquitectónicas más valiosas de esta tierra, y, de la otra, es una muestra inequívoca de un abandono injustificable.
Alguien hablaba en este periódico el pasado domingo acerca de la necesidad de preservar tanto el patrimonio artístico como el natural, patrimonios que no caben en vitrinas ni en hornacinas, es decir, en parques temáticos.
El visitante encontrará en la capital salmonera un inequívoco ejemplo de esta necesidad, de esta obligación, de este imperativo cuya responsabilidad radica en todos, en los dirigentes políticos y en una ciudadanía que debe medir su dignidad en la altura del listón que decida fijar su grado de exigencia.
Y es que, como dijera el poeta, «hoy es siempre todavía». El futuro se sustentará en no una pequeña parte en la conservación de lo mejor de nuestro pasado, sea ambiental, sea artístico.
Las miniaturas, los parques temáticos, son bisutería, baratijas.

http://www.lne.es/opinion/2010/04/30/campanu-llama-puerta-br/908540.html