21 agosto, 2008

EL COMERCIO 21-08-08 El alcalde de Salas recrimina al PP que no ha colaborado con la organización de las fiestas

R. O. SALAS
«El portavoz del Partido Popular no ha hecho otra cosa que poner cuantas trabas ha podido al desarrollo de las fiestas convirtiendo en una fijación enfermiza la labor de la concejala encargada de la organización de las fiestas». Así de rotundo se mostró ayer el alcalde de Salas, el socialista José Manuel Menéndez, ante las críticas vertidas por el edil Juan Carlos Rodríguez (PP) contra la suspensión de la tradicional Fiesta del Bollo en el marco de los festejos patronales del concejo, que se iniciaron el pasado fin de semana.
Asimismo, el regidor salense recordó que «el pasado año, el Ayuntamiento hizo pública su decisión de poner en manos de la ciudadanía la organización de las fiestas de agosto» y, para ello, «se convocaron diversas reuniones públicas con el vecindario» a las que «ni una sola vez, acudió el Partido Popular». Y ante el fracaso de la iniciativa, según expuso Menéndez, «el Partido Popular no ha hecho un solo gesto a favor de la celebración de las fiestas», que quedaron a cargo del Ejecutivo salense. Por esto, el primer edil recriminó a la agrupación de la oposición: «¿A qué viene, la víspera de las fiestas, ese arrebato?».
«La mayoría»
Respecto a la petición de dimisión del actual equipo de gobierno que expresó el concejal popular, Menéndez lo calificó como «un afloramiento genético del pasado»: «Ya hace bastantes años que estamos en democracia y los gobiernos los quita y los pone la decisión mayoritaria de la sociedad y no la voluntad de un individuo», indicó el presidente salense.
El alcalde de Salas sentenció, además, que «al Partido Popular para nada le interesan los ciudadanos. Le interesa el poder y juega cuanto peor, mejor, en las fiestas y en lo demás».

LA NUEVA ESPAÑA 21-08-08 Robespierres botánicos


Mira Elvira, esto no puede seguir así. Me tienes muy preocupada. Sé que la carta que has recibido es muy dura, pero no te puedes pasar el día llorando. Vas a caer en una depresión.
-Sniff. Así hablaba con mi gallina mientras paseábamos por la vecina localidad de Salas. Tras mucha reticencia, y casi por la fuerza, había logrado alejarla por un rato de Paraxes, donde todo le recordaba los días en los que había tenido de invitada a su íntima amiga georgiana y tan buenos ratos habían pasado ala con ala.
-¿No comprendes que con esa actitud no vas a solucionar nada?
-¡Arggg!
-¡No repliques! Lo que te digo es por tu bien.
-¡Arggg!
-Mira que te pones pesada?
-Que me da algo?
Al oír la débil voz de auxilio de mi acompañante me giré y la vi tirada en el suelo unos metros más atrás, la cresta totalmente morada y las alas, tiesas y descoloridas, apuntaban directamente a un lugar situado justo delante de nosotras.
-¡Elvira, Elvira! -grité alarmadísima ante aquel panorama- ¡Elvira, por Dios, dime algo!
-Los árboles, los árboles? -farfulló con un hilo de voz-, han talado los árboles.
En efecto. Paseábamos tranquilamente por delante del parque Carmen Zulueta, popularmente conocido como «parque de la Condesa». Habían pasado palas excavadoras destrozando todo. Gigantescas raíces aparecían fuera de la tierra y dos enormes cipreses estaban cortados a unos dos metros del suelo.
-Eran nuestros árboles favoritos -hipaba llorosa y lívida-. Tan antiguos que nadie conocía su edad. Cuántos recuerdos bajo sus frondosas copas? ¡Arggg!
Otro ataque interrumpió el melancólico discurso.
-¡Los plátanos de sombra de la orilla! ¡Talados por su base! ¡Desalmados!
Y volvió a quedarse totalmente rígida. Percatándome de que no había sido tan buena idea el cambio de aires, corrí con Elvira en mis brazos a la clínica veterinaria más cercana. Por el camino fue recuperándose poco a poco y me pidió que nos sentáramos en algún lugar a la sombra a tomar un café que le subiera la tensión. Los disgustos se la dejaban por los suelos, y éste era de los gordos.
-Mi tatarabuela por parte de madre triscaba y picaba hierba por esa finca. Era la gallina favorita de la condesa de Casares, doña Carmen Zulueta.
Me sorprendía que Elvira apreciase tanto a la nobleza, y así se lo hice saber.
-Esto es un caso especial. No es cuestión de título nobiliario, se trata de una amistad que dura ya generaciones. Sigo carteándome con los gallineros de la familia. La finca, disgregada del palacio desde 1862 por la nueva carretera, fue cedida por la condesa en la década de los cincuenta del pasado siglo al Ayuntamiento sálense para uso y disfrute de los ciudadanos. Por supuesto, consultó antes con mi tatarabuela, que era su confidente y amiga. Mi «ancestra» (que es como «miembra» pero en pasado) aplaudió la idea, a pesar de que así renunciaba a su lugar predilecto...
-Una influyente gallina solidaria de la época.
-¡Pues sí! Y menos cachondeo. Era un parque precioso, que incluso ganó premios como el mejor de Asturias en los años 60. Me habían hablado de su abandono y escaso cuidado, pero nunca pensé que llegara a ver esto. ¡Ay!
Estaba palideciendo de nuevo, así que pedí otro café. El suyo bien cargado y con unas gotitas de anisete, que sé que le gustan y le levantan la moral.
-No me lo esperaba. Sabía de la tontuna humana, pero llegar a estos extremos? Sniff.
-Yo de ti no decía nada en Paraxes, querida.
Me miró con el pico abierto a todo lo que daba.
-Si algunos humanos son capaces de convertir un hermoso parque de tipo francés primero en un basurero y después, como solución, llenarlo de hormigón al más puro estilo marbellí. ¿qué no se le ocurriría a Fermín con la huerta?