LA NUEVA ESPAÑA 06-03-11 Cornellana, a cielo abierto
Cornellana (Salas), Eduardo GARCÍA
El prao frente a la entrada principal del monasterio de Cornellana, en el concejo de Salas, está plagado de chapas de refresco. «Es que aquí se monta el chiringuito de las fiestas», señala un vecino. Misterio resuelto. Cuando entramos en la iglesia parroquial, del siglo XVII, el espectáculo es desolador. Un retablo lateral, dedicado a San Antonio, está en el suelo, en piezas, y en la pared las huellas del lugar donde permaneció durante un mundo.
Ceferino Díaz, cura párroco, explica el desastre: «Vimos que se desmoronaba, hicimos fotos, avisamos a Cultura... y hasta que se cayó. El retablo de San Antonio se vino abajo con las bendiciones de Patrimonio». El cura desmontó lo que quedaba y apiló las piezas en una esquina, bajo el coro. «Lo hice por mi cuenta, porque no podía tener todo esto tirado en medio de la iglesia. Igual me cae una multa...».
Como punto de partida, así están las cosas: la iglesia se anega en humedades, y el claustro del monasterio se derrumba con estrépito. La crujía sureste hace tiempo que ha cedido y por ahí se cuela la lluvia a chorros. No está mal para ser un edificio catalogado como Bien de Interés Cultural (BIC), emblemático por su historia y su significado. Es BIC desde 1993, y es Monumento Nacional desde 1931.
Las humedades, que afectan sobre todo a la nave más al norte, tienen razón de ser -dice el párroco- en la rehabilitación arquitectónica de los años setenta, que convirtió el tejado primigenio, a dos aguas, en una especie de techumbre híbrida, con escalón intermedio en cada una de las vertientes.
Subimos al tejado para comprobar los efectos de la reforma. Ese segundo tramo de tejado no tiene el desnivel suficiente como para que el agua discurra con fluidez. Y la lluvia se estanca y filtra. Puede que esta sea una de las razones de la vegetación que se ha adueñado de esos tramos. Además de la hiedra, que todo lo puede, en el tejado nace perejil, tomillo y orégano que le sirven al párroco para el consumo de la cocina.
Ceferino Díaz se lo toma con ironía. «A los asistentes a misa les digo que procuren no abrir los paraguas dentro del templo. Cuando caen las goteras ponemos cubos y así vamos tirando».
Las pinturas murales de los techos están de pena y el chorreo cae sobre la tumba del conde Suero Bermúdez (biznieto de la infanta Cristina, fundadora del complejo monástico), a uno de los lados del altar. «El pobre no pasa sed, no». Otros dos retablos, el de La Asunción (siglo XVII) y el de San José, corren el riesgo, sobre todo el primero, de seguir la misma suerte que el de San Antonio.
Por lo demás, la iglesia tiene ahora luz, que no es poco. La nueva instalación fue instalada por la Consejería de Cultura. La que había, relativamente reciente, constaba de una sola fase. Cuando falló, la iglesia se quedó a oscuras nueve meses y medio, recuerda Díaz, que es párroco de Cornellana desde hace casi veinte años. «Con velas y linternas estuvimos».
El Ayuntamiento de Salas acaba de finalizar unas obras de limpieza y retejado en la techumbre, más que nada para quitar lo mayor. «Había hasta eucaliptos entre las tejas». Si no es por el Ayuntamiento, que hace lo que puede, «esta iglesia ya no existía», dice el cura.
Hay cristales rotos, bóvedas laterales rajadas y paredes desconchadas. Lo del claustro es de locura porque en la planta baja será instalado dentro de unas semanas el recinto de la tradicional feria del salmón, mientras que en la primera planta el derrumbe parcial impresiona.
A fuerza de mucho mirar, Ceferino Díaz ha aprendido a leer el estado de la cuestión. «Mire aquella viga. Cuando ceda, y puede que le quede poco tiempo, esto se cae». En las escaleras nobles que dan acceso a la parte superior del claustro, un conjunto escultórico de la Sagrada Familia dormita con polvo hasta las cejas. Es una escultura hermosa y sólida, que seguro que vivió mejores tiempos.
El Estado aún no ha aportado un euro del convenio de rehabilitación suscrito en 2007
La historia reciente de Cornellana está llena de grandes planes y pocas obras. El último de los convenios suscritos para su rehabilitación data de 2007 entre el Principado, Estado y el Ayuntamiento de Salas. Fruto de ese acuerdo se gastarán -se supone- 5,8 millones de euros, cuyo 60% tendrá que salir del Ministerio de Fomento, y el resto del Gobierno regional. Desde aquel 13 de diciembre de 2007 las únicas novedades fueron tres addendas al presupuesto del proyecto, que no para de crecer, aunque nada se ha hecho.
Hay un plan director y un proyecto básico de restauración que data de 1999, tan ambicioso que incluía, entre otros proyectos, un establecimiento hotelero de alto nivel y un centro de estudios del Camino de Santiago, además de un pequeño museo, pero todo sigue en el limbo. Aquel plan director dio, sin embargo, cauce a los trabajos de la Escuela Taller de Cornellana. hace años que funciona, asimismo, un bien dotado albergue de peregrinos. La Consejería de Cultura recuerda que «el Principado cumplió escrupulosamente con los compromisos adquiridos». Cultura y Educación se gastaron entre 1999 y 2007 cerca de cuatro millones y medio de euros (el 80% de la inversión se fue para sufragar las referidas escuelas taller). De los compromisos del Estado nada se supo hasta 2007 (varios gobiernos del PP y alguno más del PSOE), en que parece que se desbloqueó la situación.
Los planos, ya lo decíamos, son ambiciosos, e incluyen la renovación total de la cubierta «sin modificar sus pendientes actuales» explica la Consejería de Cultura, además de consolidar la torre románica. Habrá también un seguimiento arqueológico.
Sobre el papel, qué bonito. Las gentes de Cornellana no se creen una palabra hasta que no vean las máquinas trabajando. Más de una década de promesas incumplidas justifican el desencanto. Cornellana fue fundado en el año 1024, faltan 13 para celebrar su milenio. Habrá que ver si llega.
En el exterior, un crucero recuerda la «Misión de 1877». La cruz presenta una inclinación evidente, y el párroco se pone en lo peor. «También hemos avisado, pero no hay nada que hacer. Es un problema que sólo requiere poner una cuña y consolidar». Veremos la cruz de piedra en el suelo. Y si no, al tiempo.