23 febrero, 2008

LA NUEVA ESPAÑA 23-02-08 Del Narcea al Nalón


LUIS ARIAS ARGÜELLES-MERES


Lo tengo escrito: la metáfora más perfecta que conozco de lo que pudo haber sido y no fue es lo que queda de aquellas obras ferroviarias que tenían la intención de comunicar Cangas del Narcea con San Esteban de Pravia. Esto puede ser contemplado en el trayecto de la llamada Ruta del Salmón, entre Lanio y Cornellana. Túneles y hormigón como testigos de algo que nunca llegó a hacerse. No se trata ya de descargar lamentos por una de las muchas oportunidades malogradas, sino de incidir en un problema presente. Lo que el Narcea y el Nalón determinaron unir sigue sin vertebrarse en lo que al transporte público se refiere. Ello supone, para las gentes que habitan estas localidades, estar incomunicados con respecto a Avilés, ciudad que siempre estuvo llamada a ser la capital de referencia del occidente asturiano. Alguna vez recordé que Palacio Valdés se refirió en sus memorias al llamado «jamón de Avilés», que, en realidad, era el de Tineo, pero que se comercializaba en la villa, donde tantas vivencias consignó el novelista asturiano. Seguro que se puede argüir aquello de la rentabilidad, máxime con el bajón demográfico, que en estas comarcas sigue yendo a más. Ante semejante argumentario, me atrevería a sugerir que lo que falta, sobre todo, es voluntad política. Podría aprovecharse el transporte escolar, que lo hay entre Cornellana y Pravia. A ello habría que añadir que si las villas asturianas son, como editorializaba este periódico el pasado domingo, un potencial considerable, ello podría verse incrementado y favorecido con unos servicios de transporte que siempre abrirían posibilidades, sobre todo pensando en una población, cada vez más envejecida, que no siempre está en condiciones de desplazarse conduciendo un vehículo. Lo que los ríos decidieron unir no lo deben separar las políticas insensibles que no reparan en las necesidades de las gentes del campo, que llevan demasiado tiempo soportando una mengua inconmensurable en sus derechos con respecto a aquellos que disfrutan quienes habitan en los núcleos de población más «importantes».