05 diciembre, 2010

LA NUEVA ESPAÑA 5-12-10 Salas, de espera

La capital salense aguarda la reanudación de la autovía que la pondrá en el centro de Asturias mientras urge a aprovechar sus múltiples potencialidades pendientes de desarrollo y promoción







la torre de control. Por la izquierda, Salustiano Crespo, Carmen de Aspe, Isidro Sánchez, José Luis Gilsanz y Juan Menéndez Arango, en la torre del castillo de Salas, con la colegiata de Santa María la Mayor y la villa a sus pies. / miki lópez
la torre de control. Por la izquierda, Salustiano Crespo, Carmen de Aspe, Isidro Sánchez, José Luis Gilsanz y Juan Menéndez Arango, en la torre del castillo de Salas, con la colegiata de Santa María la Mayor y la villa a sus pies. / miki lópez

MARCOS PALICIO Un viaducto con seis pilares, trazado en curva y en pendiente a casi cien metros de altura, dibuja una raya demasiado moderna en la estampa medieval que se observa desde la plaza de la colegiata de Santa María la Mayor de Salas. El gran puente asoma justo por debajo de un arco de piedra blasonado, con la torre del castillo a su derecha y la casa palacio Valdés Salas a la izquierda. El horizonte de Salas tiene el viaducto, pero echa en falta la autovía. La pasarela se ve desde cualquier parte, pero no va a ninguna. Como si sólo quisiera hacer presente la parálisis de la obra de la doble calzada hasta La Espina e ilustrar a la vez el desasosiego de algún vecino sobre una lista larga de oportunidades pendientes de desarrollo en el pavimento urbano mejorado que cubre las dos orillas del río Nonaya. Este sitio acogedor, dicen que bien servido y culturalmente activo, podría sacarse más partido. Hay balas de sobra: en un recorrido rápido Danone y su centenar de empleos, un polígono industrial en perspectiva, aula universitaria y espacio de creación joven, viviendas a mitad de precio para menores de cuarenta, Camino de Santiago y no sólo una autopista parada. La A-63 sigue detenida a las puertas del concejo, pero hay otros puentes sin destino, otros caminos incompletos. A esta villa de servicios, confirmará de inmediato alguna voz en el vecindario, le cuesta decidir lo que va a querer ser de mayor, cómo jugar esas cartas por si algún día se ven coches por encima del viaducto y Salas pone, por fin, los dos pies en el centro de Asturias.
Desde dentro, de momento, el espejo devuelve la imagen de un ambiente urbano «amigable con todos los atractivos» y los brazos tendidos a la vez hacia el núcleo metropolitano de Asturias y su occidente interior. A la hora de intentar que lo sepan los de fuera, eso sí, a veces «no encontramos los cauces divulgativos para que esto coja peso», «nos cuesta difundir los mensajes». Será que el carácter colectivo es poco audaz, o que la baja autoestima se aprecia incluso en las encuestas del instituto de la villa, o cierta impericia para saber agitar la bandera correctamente, pero el caso es que el lamento tiene eco. Salustiano Crespo, arquitecto municipal y secretario de la asociación Salas en el Camino, entona la queja a dúo con Juan Menéndez Arango, presidente de Amigos del Paisaje. «Tal vez la autovía sea el revulsivo, a lo mejor vendrá gente de Oviedo a descubrir algo que tenían al lado y que no conocen», conjetura Carmen de Aspe, cuarta generación de elaboradores de «Carajitos del profesor» en la capital salense.
Este Salas capicúa, un palíndromo que se lee igual por delante que por detrás, también es demográficamente el mismo cuando la primera década del siglo XXI se mira por el principio y por el final. Los 1.586 habitantes de hoy se parecen demasiado a los 1.588 del año 2000, pero al menos se mantienen a resguardo de la decadencia global del concejo, donde el descenso va en el mismo período de casi 7.000 moradores a cerca de 6.000, la mitad de los de 1960. Influye la configuración «polinuclear» de un municipio con varios centros semiurbanos captadores de población rural -Cornellana y La Espina son «subnúcleos» igual que Salas- al menos tanto como la enérgica competencia muy próxima de Grado, Pravia, Oviedo, Avilés... «Salas no es cabecera de un gran territorio», confirma Arango. No le ayuda la sangría demográfica del Occidente, a la cabeza de la de Asturias, ni le es ajena la crisis del mundo agrario, que además de económica se apellida cultural, porque «se ha perdido la vinculación afectiva con el campo». Y la gente se va, y los que se quedan y bajan a vivir a la villa son mayores. Y un día cualquiera de otoño, por la avenida de Galicia, con el tráfico de la N-634 desviado desde que esto no es lugar de paso, a pie tampoco se cruzan tantos como algunos desearían ver en su villa. Salas no puede ser Oviedo, no quiere transformarse en Grado, «tendríamos que tener en la mente con claridad qué queremos ser». Así se resume toda esta incertidumbre en la voz de Isidro Sánchez, que dirige en el Aula Universitaria Valdés Salas la extensión de la Universidad de Oviedo hacia el Occidente y la iniciativa cultural que, instalándose aquí, cobra para la villa la feliz herencia de haber sido la cuna y tener enterrado en su colegiata al fundador de la institución, Fernando de Valdés Salas.
«Sin población no hay servicios y sin servicios no hay población». El alcalde, José Manuel Menéndez, se escabulle del bucle con la certeza de que «la única forma de salvar los pueblos es generar empleo y vivienda en estas cabeceras municipales». De ese doble propósito salen, o saldrán, el polígono industrial de El Quintanal, 62.000 metros cuadrados de suelo ya adquirido y pendiente de desarrollo a la entrada de Salas desde Oviedo, y la segunda fase del plan de vivienda joven, que está a punto de comenzar en Faces: el Ayuntamiento pone el suelo, exime de tasas y permite a los menores de cuarenta años comprar pisos a mitad de precio. En el capítulo del empleo, dicen aquí, la industria agroalimentaria podría tener otro recorrido a la salida de la gran fábrica de Danone si se detectase «un apoyo más decidido al emprendedor». Y esta villa que no se separa de su concejo, capital del municipio que este año llegó a resaltar en las estadísticas del paro como uno de los menos desempleados de España, también debería resistirse a renunciar a una «agricultura digna», sigue Crespo. Aunque cueste, aunque el parque agrario del Narcea, un proyecto sobre las facilidades para recuperar la capacidad productiva de las vegas, tenga que enfrentarse a la corriente muy poderosa del abandono rural.
Pero al final, aquí, todos los caminos van a dar a una autovía inexistente, «importantísima» para dar vida a todos estos proyectos además de imprescindible para «recuperar un tercio de Asturias», afirma el Alcalde. Pero llega hasta el viaducto y se vuelve a desengañar, y enseña un extenso dossier de fotografías sobre la herida que han abierto las obras en este concejo por el que discurre íntegramente la parte que falta por ejecutar. «Me siento bastante solo», lamenta, «nadie prioriza» Oviedo-La Espina, «ni de una tendencia política ni de otra», mientras «todo el esfuerzo reivindicativo se concentra en la Autovía del Cantábrico y la Alta Velocidad».
Salas, lo dicen los mapas, «está suficientemente cerca del centro como para ser centro dentro de poco», confirma Isidro Sánchez. Aun antes de que llegue la autovía, persevera Salustiano Crespo, «estamos en unas distancias-tiempo privilegiadas»: a veinte minutos del eje central, a treinta de Muniellos y a tiro de la costa, «somos un punto de encuentro entre ejes Norte-Sur y Este-Oeste que nos da todas las de ganar desde el punto de vista de las comunicaciones». Al que se quiera quedar ofrecen, dicen, un instituto recién premiado, escuela de 0 a 3 años para 97 niños en ejecución, residencia de la tercera edad, «tranquilidad y un ambiente agradable» sin demasiada presión constructiva o desmanes urbanísticos. Y un espacio «nuevo». Hace poco que Salas ha dejado de dar la espalda a su río, encauzado y libre de sus 38 puntos de vertido de aguas fecales. Un nuevo paseo perimetral y varios puentes mejorados han recuperado un espacio antes descartado alrededor del Nonaya. «Le ha cambiado la cara a la villa», pero la cirugía no estará completa antes de que se adecenten también las fachadas que dan al río.
Eso es lo que hay. La pregunta inmediata -«¿qué falta?»- va directa al corazón social de la villa. «Estamos un poco encogidos», responderá José Luis Gilsanz, propietario de una joyería. Los muy abundantes estímulos no logran espolear la vivacidad social en esta población a la que le cuesta saber que «en una sociedad moderna es fundamental el impulso de abajo arriba, la iniciativa individual, el asociacionismo de base...». Bien lo sabe Juan Menéndez Arango, conciencia crítica vocacional del concejo al frente de Amigos del Paisaje y valedor de esta idea acerca de las carencias del esfuerzo colectivo y del espíritu dinámico en Salas, sobre el valor que tienen «los ciudadanos opinantes».
Urbana a escala humana
Como todos los kilómetros que le faltan por construir a la A-63 están dentro del concejo de Salas, a la lista de las reivindicaciones colectivas de la villa capital no puede faltar la autovía. No porque tarde, sino porque está parada y su parálisis retrasa la centralidad definitiva de Salas y arrastra las comunicaciones de «una tercera parte de Asturias», denuncia el alcalde, el socialista José Manuel Menéndez.
La obsesión por retener a la población asume una oferta con dos pilares, casas y puestos de trabajo. La primera parte pone al frente un plan de vivienda joven que ha puesto en el mercado las primeras -a mitad de precio para menores de cuarenta- y que tiene en fase previa la segunda. Además, se inaugurará en breve la urbanización completa del barrio de La Pumaradina, con una inversión de 600.000 euros en el entorno del polideportivo y la piscina municipales.
Para trabajar, el polígono industrial de El Quintanal da los primeros pasos a la entrada de la villa desde Oviedo. Serán 62.000 metros cuadrados de suelo con calificación de urbanizable industrial que se ejecutarán, según los planes del Ayuntamiento, en el primer semestre del próximo año.
En El Quintanal irá, si se cumple el propósito del Alcalde, una de las dos plantas de biomasa que prevén producir energía eléctrica en el concejo. La otra está programada para el polígono de El Zarrín (La Espina) y proponen catorce empleos directos en cada una, además de los que se generen en el monte en la recolección de la materia prima.
La recuperación urbanística y el saneamiento del cauce del Nonaya echan en falta la guinda de la mejora de las fachadas que dan al río. Los recortes financieros, eso sí, han demorado el proyecto municipal de auxilio económico para este fin a los propietarios de los inmuebles.
Con un albergue recién inaugurado, el Camino de Santiago reclama la consideración de «eje estructural» del turismo de paso por la villa salense.

http://www.lne.es/siglo-xxi/2010/12/07/salas-espera/1003719.html