Veinte segadores participan en la segunda edición de la Fiesta de la hierba que organiza el pueblo salense
Las tradiciones cobran un carácter festivo en el pueblo salense de Villarín. El pasado sábado, una veintena de segadores y alrededor de cien personas participaron en la segunda edición de la Fiesta de la hierba, un evento organizado por la asociación vecinal «Los Picos». La celebración pretende evocar las antiguas labores de la siega. Tanto mayores como jóvenes revivieron aquellas duras jornadas de trabajo guadaña en mano.
De camino a La Veigona.
La siega con guadaña ha quedado relegada a un papel meramente testimonial. La inclusión de la maquinaria pesada en el campo acabó con esta ardua tarea realizada durante los meses del estío. Sin embargo, y a pesar de los avances en pro de los labradores, con la guadaña también desaparecieron casi por completo las labores de buena vecindad asociadas a ella. Por eso, el año pasado, la asociación «Los Picos» decidió recuperar la tradición organizando este peculiar festejo.
En esta ocasión, se dieron cita en Villarín dos decenas de segadores llegados del valle de Arango, Lindemurias, San Cristóbal, Santa Catalina y Las Gallinas. Exactamente, el festejo contó con cinco participantes más que los registrados en la pasada edición.
Alrededor de las doce del mediodía, los segadores procedieron a cabruñar sus guadañas o adelgazar su corte con la ayuda de un martillo. Y es que la herramienta tiene que estar a punto. Acto seguido, los participantes comenzaron a abrir «marallo» en una finca de una hectárea de extensión situada en la margen izquierda del río Aranguín. A su lado, varias «esmaralladoras» procedieron a esparcir la hierba recién segada, sirviéndose para ello de palas de dientes.
Entre los asistentes se encontraban segadores profesionales, como Artimino Iglesias, natural de Curiscado y vecino de la localidad salense de Las Gallinas. Artimino ya tomó parte en la primera edición de la fiesta y el sábado decidió repetir. Durante su juventud, este vaqueiro trabajó segando campos en León. «Empecé a segar con 17 años. Solíamos segar durante un mes sin parar. Alguna vez llegamos a trabajar 43 días seguidos», enfatizó.
No obstante, en La Veigona de Villarín no sólo estuvieron presentes veteranos de la guadaña, sino que también hubo lugar para un niño de 11 años, llamado Adrián Menéndez. «Es el primer crío que participa en la fiesta», subrayó José de Arango, presidente del colectivo «Los Picos». Adrián es vecino del pueblo de Linares, en Salas, y acudió al festejo acompañado por su padre, Abel. «Le encanta segar con la guadaña», subrayó, orgulloso, su progenitor, mientras su vástago trabajaba mano a mano con paisanos curtidos en mil y una siegas.
Uno de los participantes, cabruñando la guadaña. / ignacio pulido
El sol comenzó a «picar» a eso de la una de la tarde. Una buena excusa para disfrutar de una pitanza antes de proseguir con la faena. «El segador tiene que estar acompañado siempre por una bota de vino», comentó, entre risas, Artimino Iglesias. Una vez saciado el apetito, los asistentes charlaron en torno a un café de manga que les dio energías para volver al tajo.
Garabato en mano, dieron la vuelta a la hierba para que iniciase su curación. Un poco más tarde, realizaron «facinas» y un bálago o vara donde, unos más y otros menos, todos pusieron su granito de arena.
Finalmente, como colofón a la jornada, Manuel López, «Turbo», procedió a «xuncir» dos bueyes destinados a tirar de un carro del país -restaurado el año pasado por un artesano de Vegacebrón, Severino Gayo-, que fue cargado con hierba y al que se encaramaron todos los niños presentes en el acto.
La jornada tocó a su fin al son del «cante» o rechinar del carruaje y con el propósito firme de los organizadores de repetir este evento el próximo verano.
http://www.lne.es/occidente/2011/07/18/villarin-desempolva-guadana/1104121.html