El incomprensible entusiasmo que embarga a nuestros gobernantesCELSA DÍAZ ALONSO
No hay duda: vivimos en el mejor de los mundos posibles, si no no se explica el tono de exultante triunfalismo que destilan los discursos de los gobernantes con la que está cayendo. Mi gallina Elvira y yo lo tenemos muy hablado, pero no acabamos de verlo tan claro.
Si primero fueron las autoalabanzas del señor Areces en el debate sobre el estado de la región (al Paraíso Natural fronterizo me refiero), y el entusiasmo con el que se reciben unos presupuestos a la baja, el miércoles de la semana pasada le tocó el turno a don José Manuel Menéndez, a la sazón primer edil sálense, en una entrevista en este mismo periódico.
Me admira ese optimismo sin fisuras teniendo en cuenta que en los últimos veinte años (el señor Menéndez lleva dieciocho ininterrumpidamente en la Alcaldía) el decurso del concejo no es precisamente para tirar voladores: tiene uno de los porcentajes de mayor pérdida de población de la zona, y como bien indica en la entrevista, el envejecimiento de la misma es alarmante. Hasta ahora las actuaciones para paliar estos graves problemas han sido más bien escasas, pero parece ser que, por arte de birlibirloque, todo va a cambiar a partir de ahora.
Cifra el señor Menéndez la inminente prosperidad del concejo en la rapidez con la que nos acercaremos hasta el mismo, aludiendo a la proyectada (desde tiempos inmemoriales) autovía de
Oviedo-La Espina, dada su inminente llegada al pueblo de
Doriga, señalando que así evitaremos la Cabruñana. Pero si mi memoria no me falla, todavía faltará un trecho para «eliminar el freno» que supone este tramo. ¿Se hará una salida hacia la carretera nacional, lo que supone volver a coger el último trayecto de dicho alto con las complicaciones que siempre traen este tipo de soluciones a medias? O incluso, ¿acabaremos en un camino rural por el que difícilmente pueden cruzarse dos coches (no hablo ya de grandes vehículos: autobuses, camiones etcétera)? Me gustaría que se explicasen algunos detalles, ya que esta última posibilidad pone los pelos de punta a aquellos que sufrimos alguna vez el final de la Autovía Minera a la altura del pueblo de Bendición. El resto del trazado entre
Cornellana y
Salas, con obras empezadas, pero prácticamente paralizadas, deja la carretera nacional 634 con una vistosa línea amarilla continua y velocidades máximas de cincuenta kilómetros por hora. Rápido, lo que se dice rápido, no se va a llegar a
Salas de momento, y a saber hasta cuándo (obviando el pequeño detalle de que lo que pueden parecer expectativas de entrada, pueden, asimismo, ser espectaculares salidas).
Se refiere también el primer edil a los parques eólicos que inundan el occidente astur, incluido, por supuesto, el concejo de
Salas. Una persona informada y de ideas progresistas como don José Manuel estará de acuerdo en que la especie humana depende del medio natural. Y no estamos hablando en los términos sensibleros o espirituales -cuasi religiosos- en los que, por interés, nos quieren hacer creer como exclusivos. No, el ser humano depende de él porque necesita de la comida, del agua, del aire y de la salud para seguir vivo. El aprovechamiento de cualquier recurso natural, sea material, energético o cultural nunca es inocuo, siempre produce un impacto sobre el medio. La vía que nos queda es resolver la ecuación entre la destrucción y el beneficio. Cuando sólo importaba el beneficio la degradación ambiental era el peaje que había que pagar por el progreso. De ese reclamo falaz derivan los problemas globales que hoy nos amenazan (a no ser que los neguemos como hace la derecha más reaccionaria al dictado de los «neocons» norteamericanos). Actualmente el término energía limpia se aplica a aquellas fuentes que no emiten dióxido de carbono, como los aerogeneradores, pero eso no implica que no produzcan otro tipo de impactos: degradación del paisaje, destrucción de la vegetación, impactos acústicos, aumento de la aridez, etcétera. La ventaja más importante que presentan estas fuentes alternativas es la posibilidad de ser autóctonas, es decir, de pequeño tamaño para abastecer las comarcas en las que están ubicadas. Pero cuando se transforman en fuentes de energía exportable se convierten en sistemas de gran tamaño, monocultivos de energía que multiplican los impactos y añaden otros nuevos como subestaciones y rutas del kilovatio, haciéndolos tremendamente destructivos. Decir entonces que llenar todo el Occidente de aerogeneradores es el peaje que hay que pagar por producir energía «limpia» ¿no sigue siendo igual de falaz y perverso?
No sé si todas estas declaraciones son producto de la ingenuidad o del desconocimiento (no quiero creer que haya otros motivos de carácter espurio), pero ya decía Cromwell que «la circunspección es una virtud de alcalde».
http://www.lne.es/opinion/2009/10/08/mejor-mundos/818335.html