LA NUEVA ESPAÑA 24-02-08 La Comarca Vaqueira, la unión que hace la fuerza
EDITORIAL
Viene de la primera páginaAristébano, corazón vaqueiro del concejo de Valdés, y Navelgas, territorio de Tineo históricamente vinculado a la explotación del oro, distan apenas diez kilómetros. En la última semana del próximo mes de julio, ambas localidades van a ser escenario de dos acontecimientos de trascendencia: el Festival vaqueiro y de la Vaqueirada de Aristébano alcanza sus bodas de oro; Navelgas será sede, por primera vez, del Campeonato del mundo de bateo de oro, una afición minoritaria aquí, pero que mueve cada año por los cinco continentes a muchísimas personas.
Las dos celebraciones, por su proyección nacional e internacional, brindan una oportunidad única a esta zona que desde hace seis años inició la aventura de promocionarse bajo la denominación de Comarca Vaqueira y que puede vivir un antes y un después, en cuanto a imagen, a poco que acierte a aprovecharlas.
La Comarca Vaqueira son hoy cinco municipios del occidente medio asturiano, Valdés, Cudillero, Salas, Tineo y Allande, que agrupan en una franja rugosa y extensa, 1.500 kilómetros cuadrados, a una población de 47.000 habitantes. Efectivamente, su única identidad común son las viejas brañas de los vaqueiros de alzada, esos ganaderos transhumantes que cambiaban de asentamiento en función de la época del año para aprovechar los pastos y que alumbraron una cultura de leyenda.
Salvo en los casos de Cudillero y Valdés, es una zona todavía poco conocida hasta para los propios asturianos -apenas 240.000 visitas, 80 días de ocupación hotelera al año-, a pesar de albergar muchas y muy diversas joyas no sólo naturales: el monasterio de Cornellana, la casas indianas de Malleza, la arquitectura medieval de San Emiliano, la senda salmonera a Láneo, y las brañas de Busmeón y Las Tabiernas. Otros atractivos proyectos, fruto de la unión comarcal, esperan en el horizonte, como la Casa del Río de La Rodriga, en Salas, y el Centro Medioambiental del Esva, en Calleras de Tineo.
La Comarca Vaqueira, inspirada en el éxito de otras experiencias similares, como la Comarca de la Sidra, nació por necesidad turística. En una región que tiende a relacionarse con el espacio más en términos de concejo que en los de comarca, es un mérito que vaya poco a poco convirtiéndose en una realidad también social.
Para muchos, el nombre constituye motivo de orgullo y de legítima reivindicación del pasado. Nadie se hubiera atrevido a pronosticarlo hace cien años. Sobre los vaqueiros -a los que, según escribió Menéndez Pidal, «se buscaron orígenes de gentes vencidas, haciéndolos descendientes de los esclavos rebeldes sometidos por el rey Aurelio»- caía hasta hace bien poco el estigma de ser un grupo maldito.
Tanto la Vaqueirada como la moderna promoción de Navelgas en torno al oro cuentan con una fuerte implicación personal fruto de lo mejor de ese capital social que el amor a la tierra es capaz de generar en Asturias. Ese compromiso responde a la mejor tradición de la comarca, de acusada vocación emprendedora.
Así, junto al floreciente negocio turístico -casi un 9% del PIB comarcal- y a la ganadería más moderna de España, los concejos han levantado en los polígonos de La Espina, Salas, La Curiscada y Valdredo industrias que dan solidez a una economía diversificada, alejada del monocultivo hostelero del Oriente. La próxima llegada de las autovías -la costera ya está a las puertas de Cudillero; la interior, en Grado, tardará aún dos años en alcanzar Salas- será una buena medicina para combatir su mayor dolencia: el éxodo poblacional, la pérdida de unos habitantes que aspiran a lograr en el mundo rural idénticas oportunidades que en los entornos urbanos. Sólo con mejores comunicaciones esa distancia puede ir poco a poco acortándose.
Un finlandés se sorprendía, hace unos años, pisando las viejas cuevas de Navelgas, donde ya los romanos explotaron el oro, de cómo Asturias tenía abandonada aquella riqueza. «Si nosotros sacamos partido a nuestra tradición aurífera en un desierto polar», reflexionaba, «qué no haríamos aquí con dos mil años de Historia». Y un equipo de la televisión flamenca que filmó la Vaqueirada preguntaba muy en serio a los organizadores cuánto les habían costado todos aquellos figurantes. No daba crédito a que cientos de personas, de manera espontánea, se vistieran a la antigua usanza y se citaran en una lejana braña para rememorar modos de vida perdidos.
Con la tradición de la Historia y con el valor de lo auténtico, Asturias tiene un tesoro. Con municipios como los vaqueiros, que han sabido arrinconar suspicacias para buscar su nexo y hacer de la unión su fuerza sin apenas recursos -cada concejo aporta a la comarca sólo seis mil euros al año-, Asturias tiene un ejemplo. Sería injusto que pasase desapercibido.
Viene de la primera páginaAristébano, corazón vaqueiro del concejo de Valdés, y Navelgas, territorio de Tineo históricamente vinculado a la explotación del oro, distan apenas diez kilómetros. En la última semana del próximo mes de julio, ambas localidades van a ser escenario de dos acontecimientos de trascendencia: el Festival vaqueiro y de la Vaqueirada de Aristébano alcanza sus bodas de oro; Navelgas será sede, por primera vez, del Campeonato del mundo de bateo de oro, una afición minoritaria aquí, pero que mueve cada año por los cinco continentes a muchísimas personas.
Las dos celebraciones, por su proyección nacional e internacional, brindan una oportunidad única a esta zona que desde hace seis años inició la aventura de promocionarse bajo la denominación de Comarca Vaqueira y que puede vivir un antes y un después, en cuanto a imagen, a poco que acierte a aprovecharlas.
La Comarca Vaqueira son hoy cinco municipios del occidente medio asturiano, Valdés, Cudillero, Salas, Tineo y Allande, que agrupan en una franja rugosa y extensa, 1.500 kilómetros cuadrados, a una población de 47.000 habitantes. Efectivamente, su única identidad común son las viejas brañas de los vaqueiros de alzada, esos ganaderos transhumantes que cambiaban de asentamiento en función de la época del año para aprovechar los pastos y que alumbraron una cultura de leyenda.
Salvo en los casos de Cudillero y Valdés, es una zona todavía poco conocida hasta para los propios asturianos -apenas 240.000 visitas, 80 días de ocupación hotelera al año-, a pesar de albergar muchas y muy diversas joyas no sólo naturales: el monasterio de Cornellana, la casas indianas de Malleza, la arquitectura medieval de San Emiliano, la senda salmonera a Láneo, y las brañas de Busmeón y Las Tabiernas. Otros atractivos proyectos, fruto de la unión comarcal, esperan en el horizonte, como la Casa del Río de La Rodriga, en Salas, y el Centro Medioambiental del Esva, en Calleras de Tineo.
La Comarca Vaqueira, inspirada en el éxito de otras experiencias similares, como la Comarca de la Sidra, nació por necesidad turística. En una región que tiende a relacionarse con el espacio más en términos de concejo que en los de comarca, es un mérito que vaya poco a poco convirtiéndose en una realidad también social.
Para muchos, el nombre constituye motivo de orgullo y de legítima reivindicación del pasado. Nadie se hubiera atrevido a pronosticarlo hace cien años. Sobre los vaqueiros -a los que, según escribió Menéndez Pidal, «se buscaron orígenes de gentes vencidas, haciéndolos descendientes de los esclavos rebeldes sometidos por el rey Aurelio»- caía hasta hace bien poco el estigma de ser un grupo maldito.
Tanto la Vaqueirada como la moderna promoción de Navelgas en torno al oro cuentan con una fuerte implicación personal fruto de lo mejor de ese capital social que el amor a la tierra es capaz de generar en Asturias. Ese compromiso responde a la mejor tradición de la comarca, de acusada vocación emprendedora.
Así, junto al floreciente negocio turístico -casi un 9% del PIB comarcal- y a la ganadería más moderna de España, los concejos han levantado en los polígonos de La Espina, Salas, La Curiscada y Valdredo industrias que dan solidez a una economía diversificada, alejada del monocultivo hostelero del Oriente. La próxima llegada de las autovías -la costera ya está a las puertas de Cudillero; la interior, en Grado, tardará aún dos años en alcanzar Salas- será una buena medicina para combatir su mayor dolencia: el éxodo poblacional, la pérdida de unos habitantes que aspiran a lograr en el mundo rural idénticas oportunidades que en los entornos urbanos. Sólo con mejores comunicaciones esa distancia puede ir poco a poco acortándose.
Un finlandés se sorprendía, hace unos años, pisando las viejas cuevas de Navelgas, donde ya los romanos explotaron el oro, de cómo Asturias tenía abandonada aquella riqueza. «Si nosotros sacamos partido a nuestra tradición aurífera en un desierto polar», reflexionaba, «qué no haríamos aquí con dos mil años de Historia». Y un equipo de la televisión flamenca que filmó la Vaqueirada preguntaba muy en serio a los organizadores cuánto les habían costado todos aquellos figurantes. No daba crédito a que cientos de personas, de manera espontánea, se vistieran a la antigua usanza y se citaran en una lejana braña para rememorar modos de vida perdidos.
Con la tradición de la Historia y con el valor de lo auténtico, Asturias tiene un tesoro. Con municipios como los vaqueiros, que han sabido arrinconar suspicacias para buscar su nexo y hacer de la unión su fuerza sin apenas recursos -cada concejo aporta a la comarca sólo seis mil euros al año-, Asturias tiene un ejemplo. Sería injusto que pasase desapercibido.