28 febrero, 2007

LA NUEVA ESPAÑA 27-02-07 L´ ACEBAL

LA ALDEA PERDIDA

La diferencia de altitud entre L'Acebal y Las Gallinas es de 250 metros; ladistancia entre La Peña y Las Gallinas alcanza los 4,5 kilómetros. Ladistancia entre Las Gallinas y L'Acebal es de más o menos 4 kilómetros.El recorrido es muy fácil de caminar, aunque con alguna pendiente. Todopor carretera en más o menos buen estado.


Campo CARAVERA

«La aldea perdida» es el título de la famosa novela de nuestro insigne escritor Armando Pala­cio Valdés. En ella se narra la desaparición de la cultura de la aldea a manos de la revolución industrial y minera.
No es éste el tema, pero podría serlo, pues la aldea se nos muere. Causa infinita tristeza patear por medio de un pueblo y oír solamente el silencio, si el día está en calma, o el silbar del viento, si lo hace en una jornada ventosa. Muchos pueblos están vacíos, o en trámite. De vez en cuando, alguna persona mayor se asoma a alguna ventana de algu­na casa. Nada más. ¡Cuánto se echa de menos el griterío de los niños correteando por estos lares!
Un día de éstos arribamos a la villa de Salas, con sus preciosos rincones, destacando sobre todo la torre medieval, que alberga un pequeño museo con las piezas de arte prerrománico encontradas en la próxima iglesia de San Martín y la colegiata con el archiconocido sepulcro realizado por Pompeo Leoni, donde se halla enterrado el que fuera impulsor de la Universidad de Oviedo e inquisidor general, el obispo Valdés Salas.
Pero hay más cosas que admi­rar en la villa, tales como el tejo que hay en el cementerio, justo al lado de la iglesia ya antes mencionada de San Martín, y un romántico parque con sus fuen­tes y sus parterres, amén de casonas, blasonadas algunas de ellas, que hay por aquí y por allá.
Pero después de pasear por la tranquilidad de la villa, madre de los afamados «carajitos del pro­fesor», y de tomarnos unos «pis­colabis», de nuevo en el coche, fuimos ascendiendo por la carre­tera que se dirige hacia La Espi­na, la N-634. Unos kilómetros más arriba, en una localidad lla­mada La Peña, nos desviamos a la derecha y comenzamos una ruta que tanto se puede hacer a pie como (iba a decir a caballo) en coche. Por cierto que a caba­llo también, faltaría más.
La carretera es estrecha y con muchas curvas, pero poco transi­tada, cosa importante para el peatón.
Dejando La Peña- encontramos El Escobedal, muy cerquita. Luego Valloria. La Corra está a continuación. Llegamos enton­ces a un cruce con unas señales donde - podemos leer: a la izquierda: Las Gallinas y a la derecha: Las Centiniegas.
Giramos hacia la izquierda, aunque también lo podríamos hacer hacia la derecha e investi­gar por este lado, pero lo dejare­mos para otro momento.
La carretera ahora se hace pendiente y sinuosa, transcu­rriendo entre la foresta, dónde abundan los pinos, los abedules y los salgueros. Un kilómetro nos indicaba la señal y, en efec­to, ahí está el pueblo de Las Gallinas. Justo al lado de la pri­mera casa de la derecha, según llegamos, vemos, escarba que te escarba, un gallo « roxo» con su harén de gallinas, dando por bueno el nombre del pueblo.
A la entrada hay, asimismo, un cruce. No sé por qué hemos hecho un giro, otra vez a la izquierda, y al lado de una ermi­ta, con señales y restos de haber habido fiesta, se encuentra un buen lugar para aparcar (si es que no lo hemos hecho con ante­rioridad).
Y, tras otear el paisaje, ¡rumbo a lo desconocido! Puesto que nada ni nadie nos indica adónde va el camino que tenemos bajo nuestros pies.
Por la izquierda, pinares; por la derecha, praderas y un rosario de pueblos que se van dejando ver en la lejanía, a medida que avanzamos. Por fin, encontramos un letrero: Bustoto, con una fle­cha apuntando hacia uno de los dos ramales en que se divide la pista. Seguimos por el otro para ver si había otra sorpresa, pero no. Dimos con Bustoto, pero por la retaguardia. Las señales de vida eran: un camión aparcado delante de una casa -posiblemente de indianos o cubanos, como dirían por la zona- y un perro negro que ni abrió un ojo a nuestro paso. Bueno, en un prado no muy lejano al puebleci­to pastaban unas ovejas.
A la vuelta pudimos constatar que hay más vida, pues nos topa­mos de cara con dos niños, o mejor dicho, una niña y un preadolescente, preciosos, morenitos, dominicanos diría yo, que son­rientes nos saludaron -todo cor­tesía- cuando pasaron a nuestro lado.
El camino continúa y después de pasar por bosques de casta­ños, robles, pinos y alisos con especímenes acá y allá de tejos, acebos y laureles-cerezo se llega a L'Acebal (El Acebal o La Acebal).
Detrás del letrero del pueblo, haciendo justicia a su nombre, un hermoso acebo luce, como insuperable adorno navideño, la grandiosa monocromía de sus bayas rojas, que, con el trasfon­do verde brillante de sus hojas, hace un conjunto digno de admi­ración.
A la izquierda de la carretera se ve la casona de la nobleza, cuadrada, amplia, hermética, que incluye, a unos pocos metros, capilla de sillería muy bien con­servada y de muy buena factura.
A la derecha del camino, el núcleo rural -La Aldea Perdida­ -.Casas bien conservadas, salvo dos hórreos al final de la calle, con balconadas y corredores siguiendo una sola calle, por la que se entra y por la que se sale. Sólo en una de las casas hemos visto señales inequívocas de labor aldeana: hierba verde, recién segada, palas, rastrillos o «garabatos» y madreñas.
Pasamos calle abajo y calle arriba y destaca la limpieza de los rincones donde antaño tuvo que haber habido leña para la cocina y el horno, «yestru» o «berizu» para la cama de las vacas y las tenadas con la hierba seca para el invierno.
Ni una voz, ni un perro nos salió al encuentro, ni de ninguna chimenea salía humo que pudie­ra denotar la presencia humana en todo el lugar, menos en la pri­mera casa según comienza el pueblo, que, por cierto, por- su parte trasera se encuentra defen­dida por un seto de tejos de más de cuatro metros de altura por más de dos de ancho, perfecta­mente recortado, que nos llamó la atención, pues no podíamos explicarnos cómo pudieron hacer tamaño trabajo. La carretera con­tinúa, ahora más ancha y mejor cuidada. Posiblemente es la más usada para llegar a L'Acebal. Una señal indica: a La Espina, 6 kilómetros.
Volvimos por donde vinimos, con un cierto sabor agridulce en la boca. Perdidos en la soledad de la inmensidad, aquellos pue­blecitos claman por ruido de madreñas, mugidos de vacas, voces rudas y menos rudas de hombres y mujeres y risas argen­tinas e inocentes de niños que correteen y jueguen a la «queda» o al «esconderite», como debió de ocurrir durante cientos de años.

LA NUEVA ESPAÑA 28-02-07 Eurodiputados del PSOE defienden que La Espina-Ponferrada se haga con fondos europeos

Masip: «Asturias entera no estará discriminada cuando se haga esta infraestructura fundamental»

Bruselas, E. PELÁEZ
El eurodiputado socialista asturiano Antonio Masip defendió ayer la construcción de la vía que unirá La Espina con Ponferrada, en un encuentro con representantes de la Mancomunidad Comarca Vaqueira en el Parlamento europeo. «Esa inversión será la culminación de la no discriminación de Asturias», manifestó el europarlamentario del PSOE. Antonio Masip acudió al encuentro con el presidente de la delegación socialista en el Parlamento europeo, Enrique Barón, y la europarlamentaria Paca Pleguezuelos, que apoyaron la tesis del eurodiputado asturiano.
Masip indicó que las regiones de efecto estadístico deben ser compensadas con fondos de cohesión y que se concretó que se permitiese esa compensación en La Espina-Ponferrada. «Asturias entera no estará discriminada cuando se lleve a cabo esta infraestructura», dijo y calificó la obra de fundamental.
El eurodiputado socialista asturiano afirmó: «Nos da igual por donde vaya la contabilidad, tiene que haber autovía y se financiará no por parte de Asturias sino por compensación de la discriminación que hubo. Esta zona no puede quedar aislada», señaló ante los alcaldes de Salas, Tineo y Allande, José Manuel Menéndez, Marcelino Marcos Líndez y José Antonio Mesa, y los concejales Gabriel López, de Cudillero, y Pablo Suárez, de Valdés. La visita, que se enmarca en la inauguración de una exposición en el Parlamento europeo sobre la comarca vaqueira, se realiza en la semana en la que Antonio Masip se reincorpora a su trabajo, después de cinco meses de baja por motivos de salud.
Masip aludió a la postura defendida por el colectivo ecologista en la construcción de la vía La Espina-Ponferrada. «Que venga un grupo diciendo que hay que buscar otra infraestructura, yo creo que no es de recibo», dijo. Y manifestó que no se puede decir que los ciudadanos no quieran la infraestructura. «Política teñida de verde»
Enrique Barón aseguró que «la preocupación por la naturaleza la compartimos, pero conlleva riesgos tratar de convertirse en abanderados de la naturaleza», al tiempo que mostró su respaldo a la postura defendida por Masip. Añadió que la «política, en general, se ha teñido de verde» y que la sensibilidad ambiental está cada día más clara. El alcalde de Tineo, Marcelino Marcos Líndez, aseguró que la oposición realizadas por colectivos medioambientales a la autovía «es de ecologistas de la calle Uría» que han hecho declaraciones antes de presentarse el estudio informativo de la carretera, en el que pueden presentar alegaciones, mientras el regidor salense indicó que «el ecologismo actual es el inmovilismo». Masip pidió que se ponga cuidado en la elaboración del impacto ambiental para que no sea un obstáculo. Y Barón resaltó que en «términos de defensa y conservación de la naturaleza una de las zonas más vírgenes de Europa es el occidente de Asturias, el oeste de Lugo y la zona próxima de León».