12 septiembre, 2007

LA NUEVA ESPAÑA 12-09-07 ¿Quién era Baptistina?


CELSA DÍAZ ALONSO
Salas, como el resto de Asturias y especialmente las zonas rurales, fue lugar del que partieron numerosos emigrantes (aún no se les llamaba leyendas urbanas), especialmente entre el siglo XIX y principios del XX.
De todos es conocido que en los años sesenta del siglo XIX Luis Fernández Álvarez, nacido en el concejo de Salas, emigró a Cuba. Por avatares de la vida, que Carlos Rodríguez nos cuenta en el libro «La saga de los Álvarez» y sobre el que impartió una conferencia en Salas en 2005, se trasladó a Estados Unidos, donde estudió Medicina. Su hijo Walter Clement Álvarez también fue un eminente médico. Su nieto Luis Walter Álvarez fue premio Nobel de Física, entre otras muchas cosas participó en el proyecto «Manhattan» para fabricar la primera bomba atómica, viajó en el «Enola Gay» como observador científico cuando se lanzó la bomba sobre Hiroshima e inventó el sistema de aterrizaje de aviones sin visibilidad mediante radar, que, curiosamente, parece funcionar bien en todo el mundo menos en Ranón. El biznieto, Walter Álvarez, es geólogo y autor, junto con su padre, de la teoría mas aceptada sobre la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años: el impacto de un enorme meteorito en el actual Chicxulub, en la península del Yucatán.
Me he acordado de los Álvarez al hablar de emigración, porque estos días pasados ha sido importante noticia científica el haber identificado que el meteorito que causó la extinción de los dinosaurios procedía de la ruptura en varios fragmentos de un enorme asteroide hace 160 millones de años, lo que provocó una lluvia de grandes meteoritos, unos millones de años después, sobre los planetas del sistema solar. Lo que queda del asteroide original es uno más pequeño, denominado Baptistina, que fue descubierto en 1890 por el astrónomo francés Auguste Honoré Charnois junto con otros 111 asteroides (por cierto, si se busca «asteroides» en Google, la entrada a Wikipedia la da preferentemente en asturiano que en castellano, a pesar de ser, según algunos, un idioma menos potente y que sólo sirve para el campo). Tal vez Charnois llamó Baptistina al asteroide por el personaje homónimo de «Los miserables» de Victor Hugo (sí, mujer, al principio, cuando se presenta Jan Valjean), pero esto es suposición mía; a lo mejor tenía una tía segunda a la que apreciaba mucho y que se llamaba así.
Parece ser que los restos de la desintegración impactaron también con la Luna, originando el cráter Tycho, uno de los más bellos y famosos. En este cráter es en el que aparece el monolito (no manolito, como alguien dijo) en la película «2001: una odisea del espacio». El nombre se lo pusieron en honor de Tycho Brahe, un extraordinario astrónomo que vivió en la segunda mitad del siglo XVI, antes de que se inventara el telescopio. Nació en una localidad de nombre impronunciable que en aquel momento era danesa y hoy sueca. Su sistema astronómico comenzó a darle pataditas al geocentrismo, ya que, aunque el Sol giraba alrededor de la Tierra, otros planetas lo hacían alrededor del Sol. Las patadas definitivas para apartarnos del ombligo del cosmos se las dieron Kepler y Galileo. Kepler trabajó con Tycho y, aunque tuvieron sus más y sus menos, las observaciones de Tycho fueron fundamentales para Kepler y posteriormente para Newton.
Cuentan que cuando Tycho se murió, en 1601, repetía en su agonía: «Non frustra vixisse vidcor», según unos, o «Ne frustra vixisse videar», según otros; en cualquier caso, el sentido es el mismo: «Que no haya vivido en vano», frase que se ha hecho tan célebre como el «E pur si muove» («Y sin embargo se mueve»), de Galileo.

El caso es que con tanta divagación se me ha ido el santo al cielo (nunca mejor dicho). Sé que iba a contar alguna tontería del gallo Fermín, pero no me acuerdo cuál.