16 agosto, 2007

LA NUEVA ESPAÑA 16-08-07 SSF (Sociedad Salense de Festejos)


LUIS ARIAS ARGÜELLES-MERES
El Ayuntamiento de Salas anuncia su decisión de no seguir organizando en solitario las fiestas de la villa en años venideros. Nada de democracia tutelar y tutelada. Que sea la ciudadanía la que protagonice la organización de los eventos festivos.
Seamos rigurosos. Quienes formen parte de la comisión de Festejos contarán con todo el apoyo moral y financiero del Consistorio. No es que la concejala quiera aligerar su trabajo. Se trata de muy distinta cosa, es decir, de dar protagonismo a la sociedad civil. La democracia es, sobre todo, participación del pueblo, y éste no debe sestear como lo hacía la Vetusta clariniana, sino todo lo contrario.
La apuesta que se hace entraña riesgos, pues, para que siga habiendo grandes fiestas en Salas, alguien tiene que recoger el testigo. Ya se nos advirtió al respecto en un cronicón entusiasta. Pero no debe cundir el desánimo. La cosa irá para adelante.
A la vista de los acontecimientos, sería pertinente la creación de una especie de Sociedad Salense de Festejos. En tal organización, la figura del gerente tendría suma trascendencia. Alguien avezado en la organización de acontecimientos lúdicos, con facilidad de palabra, con la mejor de las predisposiciones para llenar de júbilo a quienes decidan participar en la diversión. Con cierta vena de vate local, aunque no versifique. Con un bucolismo que logre arrancar emociones y que provoque con su verbo nudos en las gargantas. Con un lirismo contagioso para todo lo que se relacione con el municipio, trátese de un asunto artístico o sesudo, o verse sobre cualquier aspecto de nuestro entorno, bien cuadros costumbristas, bien paisajes de nuestras huertas, desde los maizales al cebollín. ¿Por qué no? Tarea juglaresca extrapolada al siglo XXI. Y, por supuesto, persona de orden, muy respetuosa con la autoridad, lo que no colisiona en absoluto con el sano empeño de organizar unos fastos que sirvan de sano regocijo al pueblo llano. En tan relevante elección, hay muchísimo en juego. Pocas personas reúnen tantas cualidades, pero confiemos en que aparezca y comparezca tanto en el despacho de la gerencia que se habilite como por las calles llevando el talonario de la rifa en ristre, incluso tirando de la xata, si fuese menester. Nos lo imaginamos ora patrullando el concejo para contar sus excelencias, ora en su soledad de escritor cronista, inundándonos de emoción con su prosa desenfrenada por mor de la euforia.
Las paredes del despacho del gerente y cronista, adornadas con fotografías que sirviesen de recordatorio de las grandes actuaciones musicales que tuvieron lugar desde que el escenario romero y verbenero se trasladó al prau Faces, constituirían un insuperable punto de partida. A ello habría que incorporar la trabajada prosa de los programas de los últimos años. ¡Nada menos que una confluencia armónica entre el texto y la imagen! ¡Entre Gutenberg y McLuhan!
De producirse el feliz hallazgo de un gerente adecuado, habría que pensar también en el apoyo que tan singular figura necesitaría. Apoyo que no necesariamente tendría que constreñirse a habitantes de la villa. Superados los tiempos de gentes influyentes en el sentido caciquil, con la certeza de que ni hay ni se espera por ningún Romanones local, cojera simulada incluida al decir de Canalejas, habría que pensar en gentes que se adecuaran al perfil de aquéllos que en los años ochenta fueron denominados «animadores culturales». Una especie de armónica conjunción entre lo lúdico y lo más enjundioso pedagógicamente, para lo cual se haría necesario el concurso de un gestor cultural, un factótum de pro, con acreditada experiencia. Ya digo, nada de Romanones, sino alguien con vocación de ilustrar e instruir.
Por muchas diferencias que hubiera entre el gerente y el gestor cultural, seguro que se percatarían de que es más lo que los une que lo que los separa. Así, los afanes comunes generarían una sinergia capaz de producir resultados realmente espectaculares.
Uno, que es optimista, espera que todos los objetivos se logren, para deleite y esparcimiento de los que habitamos este concejo. Gerente y gestor cultural con los perfiles arriba descritos como principales cabezas pensantes de la futura organización de los festejos salenses. ¿Se imaginan una especie de prontuario entre la diversión y el aprendizaje, tal y como Horacio planteaba en su «Epístola a los Pisones»? Inconmensurable.
Nunca mejor dicho, esperamos acontecimientos.

LA NUEVA ESPAÑA 16-08-07 EL VISO LLENA


Salas disfrutó de una jornada de procesiones que concluyó con una fartura campestre
Salas, Rodrigo NEIRA
Parece que nadie sabe fijar en Salas cuándo se celebró la primera edición de la romería campestre de Nuestra Señora del Viso. Una romera que subía por la angosta y desconchada carretera que conduce a la ermita afirmaba que la celebración está documentada a mediados del siglo XIX. Hay quien asegura, de paso, proceder de una «estirpe» de romeros: «Sólo sé», afirmaba otra romera que se encontraba departiendo con la anterior, «que mi abuela ya venía a la fiesta del Viso, y mis padres».
Los romeros que acuden a la procesión de las doce deben acometer arduos repechos entre el pinar que alberga la comida campestre y la ermita. Suben familias que cargan con mantas, toallas, bolsas, nevera y sillas y mesas plegables; los adolescentes se arrellanan bajo los pinos y descorchan con ansiedad botellas de sidra. El tráfago es incesante. La carretera se reduce porque centenares de coches ocupan las márgenes. «Os quedan unos veinte minutos si subís andando», avisaba una romera. «Yo tardé antes diez en coche
La procesión de la romería del Viso recorre quinientos metros hasta el umbral de la ermita; el tráfico debe detenerse, y los coches de quienes han rechazado pagar los tres euros que cuesta el precario aparcamiento dispuesto en una pradera quedan encajonados en la caravana que se forma. Los romeros se agrupan en torno al cura y se inicia la procesión hasta la ermita, donde se celebra una misa rutinaria.».
El viento se filtraba entre las ramas de los pinos que ceñían la carretera y producía un ronquido atronador. En la cola de la procesión algunos romeros se quejaban de lo picajoso del sol, que hacía barruntar una tormenta: «Si hay sol hay que aguantarlo», sentenciaba un hombre, aparentemente romero veterano, «como si llueve o hay viento». Un vendedor de rifas se deslizaba entre los asistentes susurrando para que sus exhortaciones no conturbaran a los feligresesSin embargo, no todos atendían al cura: una muchacha rastreaba las márgenes de la carretera buscando piñas; otros constataban que la asistencia había sido inferior a otros años. Un camión surtía de helados a los romeros mientras el cura oficiaba la misa. Habría sido bueno el negocio de un paragüero: muchos paraguas sobresalían entre el mar de cabezas que rodeaba a la Virgen. Los romeros, que acaso los trajeron persuadidos por el tímido orbayu de la mañana, los habían «reciclado» en sombrillas..

La procesión se desplazó al pinar dispuesto por la cofradía para que los romeros disfrutasen de la comida campestre. Había guirnaldas que colgaban de los árboles y puestos que vendían globos y baratijas; las familias se reunían en torno a mesas plegables que mostraban tentadoras empanadas y botellas de sidra; sorprendía alguna parrilla improvisada con una repisa, una bombona de butano y cuatro ladrillos. La Cofradía de Nuestra Señora del Viso colocó unas mesas que servían como barra de bar, y las botellas se amontonaban en varias bañeras, listas para descorchar una alegría de buena cosecha.