25 agosto, 2007

LA NUEVA ESPAÑA 25-08-07 «Asturias hizo mucho en la lucha contra Franco, pero es una historia hoy olvidada»


«Esta tierra tiene que reivindicar a muchos paisanos, intelectuales y luchadores por la democracia: los grandes valedores de la transición»
PERFIL
Juan Manuel Menéndez nació en Madrid, pero sus orígenes son asturianos. Es profesor de Pilates e investigador de la historia y las vivencias de su abuelo, Jaime Menéndez, «El Chato», natural de Cornellana (Salas), que fue el primer redactor español de plantilla en el «New York Times». Menéndez investiga la vida y prepara la biografía de su abuelo. «La historia merece que se reconozcan a los personajes de esta tierra que fueron buque insignia de la intelectualidad universal en momentos tan gloriosos como fueron los comienzos del siglo XX y la época de la II República», afirma.
Juan Manuel Menéndez, en Llanes.

Llanes, Daniel BÁRBARA
-¿Qué le parece la ley de la Memoria Histórica?
-Me parece muy bien la memoria histórica, pero ¿qué pasa con la historia? Basarnos en la memoria es algo subjetivo y lo que yo reivindico es que se hable de la historia. No quiero decir que la ley me parezca mal, porque todo el mundo tiene derecho a enterrar a sus muertos como se merecen. Me parece bien que se quite la estatua de Franco de aquí o de allí, pero nadie habla de los intelectuales que no tuvieron la fama o la gloria de Unamuno o Alberti por culpa del franquismo.
-Su abuelo Jaime Menéndez, periodista de vocación, ¿es uno de esos personajes olvidados?
-Sí, mi abuelo es uno de esos intelectuales que merecen ser reconocidos en la historia de España, al igual que otros de la época como Fernando Sánchez de Montreal, Manuel Navarro Ballesteros o Javier Bueno, uno de los intelectuales de la revolución de Asturias.
-¿Cómo valora que no se haya llegado a un acuerdo con las principales asociaciones de la memoria histórica?
-Existen muchos problemas. Esto se tenía que haber resuelto durante la transición. Por eso ahora hay esta laguna y esta pelea porque, como no se hizo antes, ahora cada uno tira para lo suyo, y ahí radica el problema. Ahora, hemos tenido que ser los nietos los que, de una manera o de otra, empecemos a reivindicar a nuestros antepasados. Es algo justo. La derecha está haciendo un papel un poco fuera de lugar, ya que no entiende que la ley no se hace por un problema de revanchismo, sino de justicia.
-¿Cuándo comenzó a estudiar la historia de su abuelo?
-Aunque a mi abuelo no le conocí, he tenido el honor de conocer a mi abuela y a mi padre. Dicen que en muchas familias estaba prohibido hablar de la guerra, de republicanismo o del comunismo. En mi casa, gracias a Dios, no fue así porque he mamado todas las historias de mi abuelo desde pequeñito.
-¿Quién fue su abuelo?
-Mi abuelo fue un periodista de raza, el primer español que ha sido redactor del «New York Times». Y no sólo reivindico la figura de mi abuelo, sino a todos sus coetáneos. Muchos de ellos fueron asturianos que lucharon por la República y las libertades, y que hoy día son auténticos desconocidos. Sin embargo, otros que no hicieron tanto se han llevado todas las medallas. Esta tierra tiene que reivindicar a sus paisanos, que fueron de una gran intelectualidad y de una gran lucha por la democracia. En realidad, fueron los grandes valedores de la transición española.
-¿Los grandes desconocidos?
-Efectivamente. Un foco de resistencia antifranquista muy importante se inició en Tánger. Desde el diario «España de Tánger» establecieron la resistencia hombres que estuvieron en la cárcel y que habían trabajado en diarios como «El Sol», donde estaban los mejores escritores de la época. Y empezó una resistencia importante de la que nunca se ha hablado. Asturias hizo mucho por la lucha antifranquista.
-¿Cómo ha conseguido documentarse?
-Gracias a mi abuela lo he mamado desde chiquitito, es decir, por testimonio oral. Y gracias a que mi abuela guardó mucha documentación a escondidas, porque, si no lo hace, lo hubieran quemado todo. Y, por otro lado, he podido acceder a las hemerotecas del Ateneo de Madrid, que me han proporcionado innumerables artículos de mi abuelo.
-¿En qué periódicos colaboró su abuelo?
-Durante esa época llegó a colaborar en doce publicaciones españolas. Llegó a escribir en «Estampa», «Claridad», «Leviatán», «La Voz», «El Sol», «El Mundo Obrero», «El Diario Político» o «Cruz y Raya».
-¿Tiene pensado publicar la biografía de su abuelo?
-Sí. Ahora escribo un libro, la «Epopeya de El Chato», donde relato toda su vida.
-¿A qué se refiere con El Chato?
-Se trata de una historia muy bonita porque mi abuelo, con 12 o 13 años, ya tenía un gran intelecto y sustituía a su padre dando las clases en el colegio. También corregía los exámenes de sus compañeros y si era menester suspender a alguno lo suspendía. Un día suspendió a una compañera y ésta le zancadilleó y se rompió el tabique nasal contra un pupitre. A partir de ahí le llamaron El Chato.
-¿Por qué emigró su abuelo a Cuba?
-Emigró a los 18 años a La Habana, donde empezó a trabajar en unos almacenes de contable por el día, estudia en la Facultad de Periodismo por la noche y de forma autodidacta aprendía idiomas. Cuando llegó a dominar el inglés, se va a Nueva York y comienza a trabajar de redactor en el primer diario en castellano de la ciudad americana.
-Y comienza a escribir para el «New York Times».
-En 1927 se entera de que la dirección del «New York Times» busca un redactor para la sección de «Deportes». Mi abuelo no tenía mucha idea sobre los deportes, pero sí una gran capacidad de aprendizaje. En tres o cuatro semanas se enteró de todo lo que rodeaba al mundo del deporte. Fue a la prueba y la pasó, por lo que se convirtió en el primer redactor de plantilla español del «New York Times».
-De regreso a España, Jaime Menéndez es nombrado comisario político.
-Fue nombrado comisario político por Juan Negrín en 1938.
-Un año más tarde, fue arrestado por los rebeldes.
-En 1939, durante cinco años. Desde ese momento comenzó su lucha, porque sentía que debía contar al mundo cómo los fascistas trataban a los republicanos en los campos de concentración. Ahí es donde comienza la «Epopeya de El Chato», porque he descubierto que en la cárcel escribe un libro. A escondidas, por supuesto. Mi padre y mi abuela eran las personas que le sacaban los escritos de la cárcel y le proporcionaban material virgen para plasmar sus escritos.